(Bloomberg) --En el interior de un complejo cerrado patrullado por guardias armados, torres y edificios de hormigón se ciernen sobre campos donde Silva Muthemba alguna vez cultivó maíz y engordó su ganado.
Los graneros y las cámaras de vigilancia en este rincón del sur de Mozambique formaron parte de una ola de inversiones chinas en explotaciones y empresas agrícolas hace una década que provocó acusaciones de apropiación de tierras mientras el país asiático trataba de garantizar seguridad alimentaria para su futuro.
El gobierno de Mozambique se asoció con la provincia china de Hubei para desarrollar el área, con la esperanza de regresar la productividad a los niveles registrados antes de la guerra civil de 16 años en la nación africana. También participó Wanbao Grains & Oils Co., con sede en Hubei, que gastó US$250 millones en irrigación, maquinaria y preparación del sitio de 20.000 hectáreas (49.000 acres) para cultivar arroz y maíz.
Pero el proyecto se ha convertido en una lección sobre las dificultades de intentar iniciar grandes proyectos agrícolas en países pobres, una historia de política, protestas y desastres naturales que explica por qué el modelo chino de inversiones agrícolas en el extranjero se está orientando hacia la compra de marcas establecidas en los países desarrollados.
"Perdimos tierras de pastoreo a manos de los chinos", dijo Muthemba, de pie junto a su casa en las amplias llanuras de la provincia de Gaza, cerca de la desembocadura del río Limpopo. "Dijeron que íbamos a tener trabajos en el cultivo del arroz, pero no fue así".
Frente a la disminución de la superficie cultivable y una población de 1.400 millones de personas que comen más, las empresas agrícolas chinas han estado comprando o alquilando granjas en el extranjero durante décadas. Después de la crisis alimentaria mundial, cuando los precios de los granos subieron de 2006 a 2008, esa inversión se aceleró. Pero muchos proyectos se vieron afectados por la corrupción, la desconfianza, la resistencia local y las restricciones comerciales.
"No han alcanzado en absoluto los objetivos que establecieron", dijo Shenggen Fan, economista agrícola que creció en una granja cerca de Shanghai y ahora encabeza el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias, con sede en Washington. "La conclusión general fue que no fue una buena inversión; fue demasiado rápido".
La familia de Muthemba se encontraba entre los 8.000 que perdieron el acceso a tierras de cultivo en la región del Bajo Limpopo hace cinco años, provocando manifestaciones, según Anastacio Matavel, que dirige Fonga, una asociación de unas 270 organizaciones no gubernamentales en Gaza.
Armando Ussivane, presidente de la compañía del gobierno de Mozambique que gestiona el valle de Limpopo y adjudicó el contrato de Wanbao, dijo que la tierra fue abandonada desde la guerra civil y que no había habido desplazamientos.
Dijo que la idea era que los chinos trajeran tecnología e inversión para restablecer el riego, aumentar los rendimientos y enseñar a los agricultores locales, para que pudieran ayudar a la antigua colonia portuguesa a depender menos de las importaciones. Wanbao había construido escuelas y caminos para la comunidad local y había entrenado a 300 agricultores locales, dijo Ussivane en una entrevista telefónica.
Las llamadas a la oficina de Wanbao en China no fueron contestadas, mientras que el gobierno de Hubei no quiso hacer comentarios cuando se le contactó para preguntarle por la situación en el valle de Limpopo. El personal del proyecto dijo que no estaba autorizado a hablar con los medios de comunicación. El Ministerio de Agricultura de China no respondió a las solicitudes de comentarios.
Mientras tanto, el gobierno chino estaba pagando enormes subsidios a los agricultores en su país para cultivar maíz y arroz y construyendo de grandes reservas de cereales, lo cual redujo la necesidad de importaciones. Y las granjas de ultramar como Wanbao estaban sujetas a los mismos aranceles y restricciones que otros comerciantes en el mercado mundial de granos.
"Una de las expectativas era que estas compañías podrían volver a exportar todos esos granos a China, pero eso no ocurrió", dijo Fan. "Cuando se traslada el grano de un país –aunque lo hayas producido - hay que seguir la política comercial de ese país. No puedes simplemente decir: ’Es mío, lo moveré donde me plazca’ ".
Sin embargo, China seguirá necesitando obtener una cantidad creciente de alimentos en el extranjero al tiempo que su clase media en expansión come más y exige una mejor calidad y variedad. La nación ya consume cerca de la mitad de la carne de cerdo y leche entera del mundo, y cerca de un tercio de su soja y arroz.
Las empresas chinas han gastado casi US$52.000 millones en acuerdos agrícolas desde 2005 y las transacciones relacionadas con la industria alimentaria se han cuadriplicado en los últimos seis años, de acuerdo con datos compilados por American Enterprise Institute y por Heritage Foundation.
(Fuente: Emma O’Brien y Borges Nhamire/ Bloomberg)
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