(Bloomberg) - En tanto la multitud de gente se abre paso a través de corredores serpenteantes en uno de los mercados callejeros más grandes de Ciudad de México una mañana de domingo, los clientes se pelean por el espacio para ver detenidamente todo, desde procesadoras hasta teléfonos inteligentes y jeans.
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Estos compradores prefieren mercadería más barata, libre de impuestos, usada o de contrabando antes que ir a los centros comerciales o las tiendas de departamentos como Sears, que en México es propiedad de Grupo Sanborns SAB del multimillonario Carlos Slim. La competencia de los llamados vendedores informales explica en parte por qué la asociación minorista de México registró un aumento de apenas 0,7 por ciento en las ventas de tiendas similares en julio, sin alcanzar la estimación media de un aumento del 1 por ciento recopilada por Bloomberg.
Los minoristas están viendo debilitarse el crecimiento en tanto la economía más grande de América Latina después de Brasil tiene dificultades para sacar del estancamiento la confianza y el gasto de los consumidores. El producto interno bruto subirá 2,8 por ciento este año, por debajo de un pronóstico previo de 3,3 por ciento, dijo el banco central la semana pasada. Esto pone en evidencia la escasa probabilidad de que los comerciantes minoristas vean un aumento significativo en el crecimiento de las ventas anuales hasta el año próximo, cuando la confianza mejore, dijo el analista Juan Elizalde de Banco Ve Por Más SA.
“La economía informal es uno de los principales competidores de estas tiendas de departamentos”, dijo Elizalde en una entrevista telefónica. “Los clientes evalúan la nueva realidad de sus bolsillos y es mucho más barato comprar electrodomésticos usados en una feria, si es de buena calidad, que pagar en cuotas en Elektra o Famsa”, dijo. Se refería a otros dos minoristas, Grupo Elektra SAB –propiedad del multimillonario Ricardo Salinas- y Grupo Famsa SAB.
HAY QUE REZAR
José Ramón Ortiz, un taxista de 62 años, dijo que ahora compra casi exclusivamente aparatos electrodomésticos usados en el mercado San Felipe de Jesús. En este centro cada vez más grande de puestos comerciales sostenidos por cerco de alambre y con techo de lona plastificada en un barrio de bajos ingresos en la zona noreste de Ciudad de México, la voz de Ortiz casi fue acallada por los comerciantes que gritaban a los clientes por megáfonos. En el aire flotaba el aroma del maíz tostado.
“Los salarios son demasiado bajos”, dijo Ortiz mientras probaba un horno microondas Sharp usado que se vendía por 500 pesos (US$38) calentando una taza con agua. “Esto costaría más de 1.000 pesos en cualquier tienda, y pagando en cuotas, hay que rezar para que no se averíe antes de terminar de pagarlo”. Finalmente regateó el precio del microondas hasta 450 pesos.
El salario diario promedio de los trabajadores mexicanos avanzó 4,3 por ciento en junio respecto del mismo período el año anterior, hasta 282,59 pesos, según datos del Instituto Mexicano de Seguridad Social. Apenas superó la inflación, que en julio trepó hasta 4,07 por ciento.
La cultura de vendedores callejeros y mercados al aire libre en México se remonta a tiempos prehistóricos, cuando los vendedores vendían ropa y artículos en un tianguis –palabra que aún hoy se utiliza para designar las ferias itinerantes que se montan una vez por semana en diferentes barrios de Ciudad de México.
La asociación minorista mexicana se queja de que los vendedores informales tienen más probabilidades de comerciar productos robados o pirateados. Si bien algunos vendedores obtienen sus productos en mercados mayoristas, como el Centro de Abastecimiento de Ciudad de México para productos frescos y otros alimentos, la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga estimó que 8 por ciento de los artículos informales se roban de camiones.