Finlandia es uno de los países nórdicos que menos recursos naturales posee, al finalizar la segunda guerra mundial quedó devastada y era una de las naciones más pobres de Europa. Hasta hace cuarenta años, dependía de la agricultura y hoy ese sector aporta solo el 2,7% al PBI de la nación, siendo el mayor aportante el rubro servicios.
Este país tiene uno de los inviernos más crudos, donde la temperatura puede llegar a menos 30 grados, y curiosamente las poblaciones del norte –en la región conocida como Laponia– no ve la luz del sol durante esta estación, solo penumbra, como si estuviese en un eterno amanecer.
Sigue a Portafolio también en Facebook
Pese a estas condiciones Finlandia –hoy con una población de 5,4 millones de personas– es uno de los más prósperos del mundo. Si bien también ha sufrido los embates de la crisis global –expresado en una caída de su productividad de 1,7% en el 2012, según un documento del Consejo de Políticas de Investigación e Innovación finlandés–, su economía es la número 43 del planeta.
¿Cómo un país devastado por la guerra y con pocos recursos naturales ha podido desarrollarse? En su oficina de Helsinki, la capital de Finlandia, Anita Lehikoinen, secretaria permanente del Ministerio de Educación y Cultura, le explica a El Comercio que la clave del éxito ha sido el apostar por la educación.
“Nos dimos cuenta de que si seguíamos basando nuestra economía en la agricultura no íbamos a obtener el crecimiento esperado. Es por eso que el país apostó por la diversificación económica a partir del conocimiento y para ello era necesario revolucionar el sistema educativo”, cuenta la alta funcionaria, quien en el momento de la entrevista era la encargada de la cartera de educación en vista de que el Parlamento Finlandés aún no elegía al presidente del país y, por ende, no había un ministro nombrado.
ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO
El apostar por la educación le ha valido a Finlandia ser referente en la industria de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, con Nokia como la insignia de su crecimiento y desarrollo durante muchos años. Pero más allá de este fabricante de equipos celulares, el cual cayó debido a problemas estructurales de la industria, Finlandia ofrece el ambiente necesario para que surjan muchos emprendimientos tecnológicos.
“Pero esto no podría darse sin el impulso de la educación. El país posee un sistema educativo que permite que los niños desde pequeños se familiaricen con las tecnologías de la información”, anota Olavi Mertanen, director de proyectos de Playful Learning Center, un laboratorio ubicado en Helsinki que realiza investigaciones para encontrar nuevas metodologías de enseñanza en la educación básica.
¿Pero qué características tiene este sistema educativo? La principal es la horizontalidad del modelo –que ya lleva cuatro décadas–, el cual busca que todo niño finlandés, ya sea el hijo del presidente del directorio de la compañía más importante del país o de un campesino, reciban la misma educación de calidad. Para asegurarse de ello, el sistema educativo es público, gratuito, desde el nivel preescolar hasta el de posgrado, e incluso en los primeros niveles de educación les proveen a los niños y adolescentes el almuerzo.
Además el sistema es descentralizado, ya que el Ministerio de Educación y Cultura fija las normas generales del sistema, pero este es administrado por las municipalidades de Finlandia, adaptándolo a su realidad. A esto se suma algo muy importante: el Estado invierte más del 6% del PBI en el sector.
Es así que los estudiantes desarrollan habilidades cognitivas y sociales que les permite un buen desempeño en la sociedad a lo largo de toda la vida. Los estudiantes finlandeses desde pequeños desarrollan el concepto de aprender creando.
Como ejemplo de esto se tiene que los niños de entre 7 y 8 años que reciben clase de música deben, como primera actividad, construir sus propios instrumentos musicales. Los niños de 9 años aprenden el curso lengua materna –es decir finlandés– redactando artículos periodísticos sobre el tema que más le interesa; mientras que los adolescentes de entre 15 y 16 años que llevan el curso de diseño tienen que crear su propia colección de prendas de vestir, o de muebles o productos de la industria que a ellos les llame la atención, y manufacturarla.
Además, la evaluación del aprendizaje no se circunscribe a la nota de un examen, sino a las habilidades aprendidas durante el año. Esto sin contar que desde los primeros años se les enseña sueco, idioma que es lengua materna en algunas regiones del país, e inglés; ya con el transcurrir de los años las personas optan por aprender un cuarto o quinto idioma.
Lee el informe completo en la edición impresa de Portafolio Internacional.