Cambios para crecer. Parece una frase hecha de un libro de autoayuda, pero es eso justamente lo que hace falta en la industria tecnológica nacional. Cambios de estrategia que impliquen dejar de considerar importante solo al hardware y no adaptarse al nuevo milenio, el cual es, en esencia, un mundo de servicios y software en la nube.
"Vivimos con miopía", advierte Fernando Grados, director de Dominio Consultores, y no le falta razón. Los empresarios, explica, todavía piensan en la tecnología como un conjunto de fierros que necesitan comprar o vender y no ven al gerente de sistemas como alguien que aporte al sentido del negocio y a los datos que circulan en dichos fierros como esenciales para la toma de decisiones.
Sigue a Portafolio también en Facebook
En las grandes empresas, que compiten frente a rivales internacionales, el tema toma otro cariz y ya se incluye en el discurso interno la importancia del dato y la forma en que lo procesamos o transportamos, pero en la gran mayoría el tema no termina de cuajar y eso hace que nuestra demanda tecnológica se concentre en lo menos relevante de cara al futuro.
Según las cifras de IDC, en el Perú el 70% de la inversión en tecnología es en hardware, 10% va al software y el resto a los servicios. Eso quizás era algo comprensible para el siglo pasado, cuando la preocupación era adquirir computadoras y el software era algo más que venía en ellas. Hoy el mundo camina a otro ritmo. En la región la media, según las mismas métricas de IDC, es 62% destinado al hardware y 16% al software, y vamos retrasados. En Norteamérica, en los Estados Unidos en particular, el hardware representa el 36.9% y el software alcanza el 27,7%. Ellos buscan, para ser más competitivos, sacar provecho al dato e invierten en encontrar la mejor manera de procesarlo. Su demanda de hardware es casi como la de un commodities.
No es casualidad que los países de la región que más foco han puesto en ser competitivos y están más cerca, por los volúmenes que manejan, de las grandes potencias tengan una inversión mayor en software y servicios. Brasil, por ejemplo, tiene el 58% de sus inversiones en hardware y ya destina el 18,2% al software. México le sigue los pasos con 61% y 16%, y Colombia y Chile también están en menos del 60% de inversión en hardware.
Si la demanda se sofistica, atrae a una oferta sofisticada. Si esta se mantiene congelada en el tiempo, la oferta, como consecuencia, queda también rezagada. Así funciona el libre mercado y la tecnología no es la excepción. ¿Cuál es la consecuencia práctica? Que tenemos unas pocas empresas competitivas comprando lo último de fuera y sin impulsar la producción nacional de software, la cual carece de escalas y estímulos para salir adelante más allá de los sueños e iniciativas de algunos actores.
Fernando Grados considera que nos faltan varias cosas. Primero, un cambio de mentalidad en las clases empresariales para que vean lo que realmente necesitan, generen oferta calificada y no solo impulsen al sector tecnológico sino que ellas mismas se vuelvan más eficientes y productivas. Segundo, íntimamente ligado a ello, está la falta de una academia que se termine de adaptar a lo que en otras partes del mundo ya es tendencia y ofrezca al mercado eso que hace falta para volverlos competitivos. No es que no hayan esfuerzos e iniciativas, es que no son todos los actores caminando a ese ritmo. Y tercero, voluntad de sacarlo adelante por parte de quien haga falta, lo cual incluye al Estado como promotor perseverante y no solo como quien saluda los proyectos y los mira a lo lejos.
Cuando hablamos de un cambio de estrategia no nos referimos a una idea que recién haya surgido, sino de un reclamo que se repite desde tiempo atrás. La diferencia es que hoy es más claro que el rumbo principal son los servicios sobre la nube, a los cuales se accede desde o vía Internet. Afinar la vista, recomiendan los analistas, mirar lo que está pasando en el mundo, cual es la tendencia y re-orientarse, cambiar el rumbo, cambiar la estrategia y trabajar por eso que no solo hará crecer la industria local tecnológica, sino que transversalmente conllevará la mejora productiva y nos hará más competitivos en cada uno de los sectores.
Y no, no hay que esperar a que se cumpla la promesa de montar un ministerio de ciencia y tecnología para arrancar el cambio.