Puede que la ciudad vieja de Shanghái, la ciudad más poblada de China, con sus callejones estrechos, olorosa comida callejera y minúsculas casas de una habitación, esté a punto de desaparecer por causa del desarrollo inmobiliario, pero todavía hospeda a una vibrante comunidad.
Y, a inicios de este año, la mayoría de los rumores y conversaciones de los dueños de tiendas y puestos callejeros de la zona tenían como tema favorito a las fortunas que se podían hacer al otro lado del viejo y sucio río Huangpu, en la Bolsa de Valores de Shanghái de China.
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"Yo nunca había invertido en la bolsa de valores", cuenta Lin Jinxia, una vecina de la zona. "Pero me dejé influenciar por la conversación".
Lin vive en el séptimo piso de un edificio lleno de viejas y polvorientas bicicletas, en un minúsculo apartamento que comparte con su esposo y su hijo de cuatro años de edad.
Ella y su marido emigraron desde la provincia de Fujian hace cinco años. Y gracias a su trabajo duro, vendiéndole botones a la dinámica industria textil local, lograron ahorrar una pequeña fortuna.
Luego, en mayo de este año, invirtieron buena parte de la misma en la bolsa, colocando más de 200.000 yuanes (unos US$32.000) en cuatro compañías diferentes.
Parecía una inversión inteligente, con acciones en el mundo de la electrónica, la moda y la industria automotriz.
Pero el momento no podía ser peor: el valor colectivo de todas sus acciones se desplomó hasta la mitad de su precio original, lo que significó una pérdida de unos 100.000 yuanes.
"Perdí mucho del dinero por el que había trabajado tan duro", cuenta Lin. "Ahora tengo que ahorrar y reducir mis gastos", le dice a la BBC.
COMPORTAMIENTO DE REBAÑO
Parte del problema es que en China, a diferencia de en Europa y Estados Unidos, el 80% de los inversionistas son individuos.
Y muchos de ellos son nuevos e inexpertos, por lo que a menudo se dejan guiar por caprichos y rumores.
Eso hace al mercado particularmente susceptible a rápidos cambios provocados por el denominado comportamiento de rebaño.
Y, precisamente, después de haber hecho subir los precios de las acciones en China de forma sostenida por más de un año, el 12 de junio el rebaño decidió repentinamente dar la vuelta.
Tres semanas después, el valor del mercado se había reducido en un tercio, provocando una pérdida de US$3,2 billones.
Ante esta situación, el gobierno chino les prohibió este jueves a los invididuos con una cantidad de acciones mayor al 5% del valor de una empresa que vendan sus títulos durante los próximos seis meses.
"SABÍA QUE HABÍA RIESGOS"
La pequeña sastrería de Chen Zhihui se encuentra en un callejón cerca de la casa de Lin Jixia.
Y, como su vecina, él también actuó siguiendo el consejo de aquellos que, hasta hace poco, habían estado viendo crecer el valor de sus acciones, sin darse cuenta que entraba al juego en el peor momento posible.
"Personalmente, sabía que había riesgos", admite sin embargo en su pequeño taller y en medio del ruido de una máquina de coser.
Chen puso todo su dinero en una sola compañía: 100.000 yuanes en acciones de una acerera china que rápidamente pasaron a cotizarse a la mitad de su valor original.
Y aunque sus pérdidas son relativamente pequeñas, el modesto sastre dice que en casi todas las casas y tiendas de su barrio y alrededores hay alguien que pasa por un predicamento parecido.
O que teme que pronto podría verse en la misma situación. "Si todo el mundo perdió 5.000 yuanes, la suma total podría ser inmensa", advierte Chen. Y para muchos analistas eso explica por qué el gobierno chino está haciendo todo lo que puede para evitar que el mercado caiga todavía más.
IMPACTO ECONÓMICO
Parte del problema es que, para el Partido Comunista chino, una pujante bolsa de valores era un componente clave para la transición hacia una sociedad de consumo.
El creciente número de accionistas servía tanto para recapitalizar a las compañías locales como para hacer que cada vez más chinos se sintieran más ricos.
Pero ahora las autoridades se ven enfrentadas a la tenebrosa posibilidad de que el mercado tenga el efecto contrario.
Y, con sus ahorros evaporándose rápidamente, millones de pequeños inversionistas podrían empezar a apretarse el cinturón. Algo que podría tener un impacto negativo tanto para la economía china como para a nivel mundial.
Por ahora, sin embargo, son solo los recién llegados a la bolsa de valores los que se han visto afectados, pues en el largo plazo la reciente depreciación ha sido fácilmente compensada por las ganancias obtenidas con anterioridad.
Pero las medidas tomadas por las autoridades en los últimos días son parte de un intento, quizás inútil, para evitar que las cosas se pongan peor.
Y las mismas han sido criticadas por observadores externos como una peligrosa interferencia política en los mercados y su habilidad para valorar adecuadamente el riesgo.
Aunque también podría argumentarse que la misma acusación también cabría para sus intentos originales por dinamizar los mercados.
POLÍTICA, NO ECONOMÍA
Varios analistas creen además que un colapso total del mercado de valores chino no debería tener mayores repercusiones a nivel global.
"Su bolsa de valores es muy pequeña, minúscula, caso completamente irrelevante", dice Chen Long, un economista especialista en China que trabaja para al firma Gavekal Dragonomics.
"Equivale a nada más el 5% de la riqueza de los hogares chinos", explica. "Y además el mercado todavía está por encima de donde estaba el año pasado".
Desde esta perspectiva el precio de las acciones chinas todavía podría caer más antes de que nadie, y especialmente el gobierno, tenga realmente motivos para entrar en pánico.
Lo que sugeriría que las acciones Pekín podrían estar motivadas más por preocupaciones políticas que económicas.
Efectivamente, en medio de la actual desaceleración de su economía lo último que necesita el gobierno es hordas de pequeños inversionistas saliendo a la calle a protestar.
Y, al menos por el momento, esa parte de la estrategia parece estar funcionando, pues no se ven signos de enojo.
Lin Jinxia, por ejemplo, planea conservar sus acciones con la esperanza de que su valor vuelva a subir. "Confío en que el gobierno va a saber aplicar las estrategias necesarias", le dice a la BBC.
CONFIANZA INVERSIONISTA
Liu Changrong vende fideos, chuletas de cerdo y arroz en un restaurante que queda a más o menos una cuadra de la sastrería de Chen.
Es muy astuto o muy afortunado, o ambas cosas a la vez. "Nada más hay que comprar en el momento justo", le dice a la BBC.
Eso fue justamente lo que hizo al poner 200.000 yuanes en acciones de un gran conglomerado chino el año pasado para luego vender en mayo, por poco menos de su precio máximo.
Obtuvo pingues ganancias: más de un 50%. Pero no ha perdido el apetito.
Y a pesar de los problemas de sus vecinos, confía en que el gobierno va a solucionar los problemas.
"Cuando el mercado mejore, voy a volverlo a intentar", dice mientras pone un caldero con agua a hervir.