(Foto: Reuters)
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La renegociación del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte () es un evento que podría tener repercusiones globales, considerando que un rompimiento del acuerdo sería una señal de que está determinado a adoptar una política comercial más proteccionista. 

En ese escenario, la probabilidad de haya una guerra comercial global –con más tensión entre EE.UU. y China– aumentaría, y los inversionistas probablemente tendrían expectativas negativas sobre los precios de las materias primas (incluyendo los metales, lo cual sería desfavorable para el Perú).

El Nafta fue el primer acuerdo en la historia firmado entre un país en vías de desarrollo () y países avanzados (EE.UU. y ). Entró en vigencia en 1994, y desde entonces ha tenido un impacto muy positivo en el comercio y los flujos de inversión entre los países miembros. Sin embargo, en el 2017 el gobierno del presidente Trump anunció su intención de renegociarlo, argumentando que el acuerdo actual había sido negativo para EE.UU. (según él, desviando las inversiones hacia México y destruyendo trabajos manufactureros en su país).

En agosto, justo antes de que empezaran las rondas de renegociación (ya van 6), Itaú publicó un estudio incluyendo un análisis de teoría de juegos que predecía que la renegociación tendría un resultado “positivo”. El estudio –Müller y Resende (2017), “Reshaping Nafta”– está disponible en Internet. Por positivo nos referimos a un resultado en que México y Canadá hacen concesiones a EE.UU., pero concesiones que no implican cambios transformacionales para sus economías.

La siguiente ronda empezará el domingo, y nosotros mantenemos una visión positiva. Nuestro estudio más reciente –Müller (2018), “Nafta 2.0: Compromise within reach”– también es de libre acceso. En resumen, contrariamente a la opinión de muchos analistas (quienes ven diferencias irreconciliables entre los países en los temas más espinosos), nosotros pensamos que las negociaciones están progresando y que hay una buena probabilidad de que se logre un acuerdo en la primera mitad del año (incluyendo los temas espinosos: resolución de controversias, reglas de origen, ventanas estacionales para importaciones agrícolas, cláusula sunset, compras públicas y la administración de cadena de suministro canadiense).

El principal riesgo es que el calendario electoral en México y EE.UU. –con elecciones generales (julio) y parlamentarias (noviembre), respectivamente– dilate las negociaciones.

En todo caso, nuestro escenario base es que el desenlace de la renegociación será positivo. México y Canadá probablemente darán concesiones, con la finalidad de preservar el libre comercio en Norteamérica. 

A diferencia de EE.UU. –que enfatiza que los déficits comerciales son contraproducentes (una perspectiva bajo la cual el comercio internacional es parecido a un “juego de suma cero”)–, México y Canadá parecen tener claro que tanto las exportaciones como las importaciones generan beneficios. Tales como precios más bajos para los consumidores, insumos menos costosos y de mayor calidad para las empresas, competencia más intensa para incentivar la eficiencia de empresas locales, reasignación de recursos a los sectores transables más competitivos de la economía, economías de escala y transferencia de tecnología.

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