Reuters.- La inflación a los consumidores de China se aceleró levemente en noviembre, pero seguía bien por debajo del objetivo del 3% fijado por el Gobierno para 2015, provocando el temor a que la segunda mayor economía del mundo sea arrastrada a una trampa deflacionaria al estilo de Japón.
La economía china renquea tras años de crecimiento de dobles dígitos y los analistas ven improbable que los precios al consumidor crezcan de forma significativa en el futuro próximo, ante el hundimiento de los precios de las materias primas y la energía, la sobreabundancia y la débil demanda.
Los datos incrementaron los llamados de algunos economistas en favor de un aumento del estímulo y rebajas de las tasas de interés para animar el crecimiento y los precios, aunque el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de noviembre sorprendió con una alza del 1,5%, frente al 1,3% de octubre. Un sondeo de Reuters había estimado una subida del 1,4%.
"Con la confianza corporativa ya en un mínimo de seis años, la persistente deflación podría poner también a la economía en riesgo de una espiral bajista", dijeron economistas de HSBC en una nota a sus clientes. "Un alivio más agresivo de la política sigue siendo la llave para estabilizar el crecimiento en los próximos meses", agregaron.
Los datos publicados el miércoles por la Oficina Nacional de Estadísticas mostraron también que el Índice de Precios al Productor (IPP) cayó un 5,9% en noviembre con respecto al año previo, en línea con las estimaciones del mercado y estable frente a la baja de octubre. El IPP acumuló 45 meses sucesivos de bajas.
Según una base de comparación mensual, los precios al consumidor se mantuvieron estables, frente a la caída de un 0,3% que sufrieron en octubre.
Aunque la afianzada deflación en el IPP está dañando a las compañías, los economistas están más preocupados por la caída de la inflación del consumidor, temiendo que si los precios bajan más, China pueda sufrir una "década perdida" al estilo de Japón. "China entró en una era deflacionaria", escribieron Liu Li-Gang y Louis Lam, economistas de ANZ, en una nota de análisis.