El asesinato de George Floyd ha remecido, una vez más, las estructuras de la sociedad norteamericana, y ha generado protestas alrededor del mundo. Sobre el trágico hecho, así como las razones e implicancias, conversamos el último miércoles con Thomas Carothers, vicepresidente del Carnegie Endowment for International Peace, y experto en democracia, derechos humanos, gobernanza y movimientos sociales. Nos recibe en su casa en Washington, D.C.
—¿Cuál es tu impresión de lo sucedido desde la muerte de George Floyd?
Es un evento muy grave para nuestro país. Es, desafortunadamente, parte de un patrón histórico muy largo. Y aunque es muy claro y está muy presente en la política de hoy, desafortunadamente es una historia que no acaba. Creo que por ello es importante entender el nivel de la furia de la gente ante esto. Cuando ocurrieron los eventos en St. Louis durante la presidencia de Barack Obama, la gente decía ‘bueno, quizás sea un punto de inflexión. De repente, finalmente nuestro país va a lidiar con el sistema de justicia’ (que desgraciadamente tengo que decir es profundamente racista). Pero no atravesamos esa crisis con cambios sistémicos. Y ahora que ha resurgido el problema de esta manera traumática, lidia con un enojo fundamental y una historia de agravios.
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Es muy profundo. Y que ocurra en medio de una pandemia, cuando la gente ya se siente muy estresada, deprimida, especialmente la comunidad afroamericana, que tiene una tasa de mortalidad dos o tres veces mayor que la tasa de los estadounidenses blancos, que ha perdido sus empleos a una tasa mayor que los blancos y que está en la primera línea trabajando en muchos empleos de servicio enfrentando el virus. Es una comunidad que ya se siente asediada por el virus, y encima esto. Es demasiado para la gente.
—¿Es este un patrón histórico, un problema estructural?
Veamos el contexto mayor de la sociedad. Este es un país que en los últimos 20 o 30 años ha experimentado un incremento en la desigualdad. Tenemos un 10%, especialmente un 2%, que se ha vuelto muchísimo más rico. Tenemos una clase media debilitada. Tenemos gente que está saliendo de la clase media y regresando a una situación peor. Las condiciones socioeconómicas para muchos problemas están allí. Y muchas veces son las comunidades de minorías las que están regresando a la clase baja. Eso genera mucha rabia en la sociedad. La crisis financiera global generó mucha desigualdad en este país.
Segundo, tienes un ambiente intensificado en los medios de comunicación, una mayor percepción pública de los problemas, [un mayor] intercambio de información, las redes sociales [están] incrementando el ritmo de los mensajes, particularmente a través de videos. El uso de videos policiales que han grabado incidentes con la policía cambia la forma de pensar.
Y tercero, por supuesto, en los últimos años hemos tenido a un presidente y una estructura de poder alrededor del presidente que está completamente desinteresada en temas de justicia social y tiende a alentar el nacionalismo y la supremacía blanca de manera consciente e inconsciente. Entonces, la desigualdad, los medios de comunicación que generan presión y un proceso político que intensifica ambos son los tres elementos para tener en mente.
—¿Cuál es tu punto de vista sobre la respuesta inicial del gobierno?
Si, creo que el gobierno local, el gobierno del estado de Minnesota y las autoridades locales reaccionaron relativamente bien. Pero no hubo una respuesta paralela apropiada del gobierno nacional.
Eventualmente, el presidente Trump hizo algunas afirmaciones que eran apropiadas sobre el asesinato y sobre la tragedia en torno a este tema. Pero fue muy tarde. No capturó el momento. Y no hubo ningún llamado para algún proceso nacional de discusión o ajuste, algo que incluiría a la gente y su rabia. En vez de eso, lo empujó hacia un lado. Y esa rabia surgió como una ola y se apoderó de todo el proceso.
—Casi dos semanas después que se hayan iniciado las protestas, ¿qué piensas?
Las protestas son inevitables en una situación así. La gente está enojada. Quiere expresar ese enojo de alguna manera. Por supuesto, no debería ser la única respuesta que la gente siente que debería tener.
A lo que me refiero es que el resto de la respuesta no ocurrirá salvo que la gente decida hacer más. La gente dice que las protestas no son una respuesta sistémica, no son una política. Pero no tenemos las políticas que queremos, y si alguna vez las vamos a tener, tenemos que demostrar que vamos en serio. Ahora, desafortunadamente, las protestas tienen tres elementos. Tienes a quienes protestan pacíficamente, y tienes a protestantes que estaban muy enojados y que han empleado algún tipo de violencia.
Y de allí tienes elementos violentos en las protestas, que se unen específicamente para generar violencia. Desafortunadamente, el presidente y sus asesores han tratado a un grupo refiriéndose a ellos como terroristas para describir las protestas o gente que quiere derrocar al gobierno. Este es el error. Deberían decir que la protesta es legítima. Hay muchos protestantes, y la mayoría son protestantes legítimos que siguen las reglas y tienen una causa legítima. Desgraciadamente, a veces se vuelve violento. Pero en vez de eso, solo toman el punto de vista de un candidato u otro. Eso solo enoja más a la gente y lo vuelve un círculo vicioso.
—La historia y lógica de los movimientos sociales se mimetiza a veces con objetivos políticos. ¿Existe un objetivo político en estas protestas?
Creo que las protestas tienen un objetivo político general, que es el deseo de ser escuchado y que esta administración tome estos agravios en serio. No han formulado un menú de políticas claro.
Básicamente es establecer un control mayor sobre las acciones policiacas. Se ha encontrado que la policía comete abusos, y se quiere que paguen un precio por ello. Porque el problema es que los abusos se descubren, pero la policía es excusada, o las sanciones son muy leves. La mayor demanda es mayor control sobre la violencia policiaca. Esa es la demanda central. Muchos protestantes sienten que este es el momento para generar el fin de la administración Trump y preferirían otro líder. Pero eso es un sentimiento mas generalizado que la demanda específica sobre la policía.
—¿Cómo crees que los gobiernos deberían lidiar con esto?
El gobierno necesita responder con emoción tanto como con lógica. La emoción es que necesitas indicar que escuchas la rabia y que la sientes y que empatizas con ella y que la compartes. Ahora, desafortunadamente, tenemos un presidente que, entre todas sus características, sentir empatía es la más débil.
Pero otros en su equipo lo podrían hacer. Nuestro ministro de justicia, lo que llamamos el procurador general en EE.UU., podría hacerlo. Otras altas autoridades podrían hacerlo. Primero, tienen que expresar emoción y luego tienen que expresar lógica y decir ‘vamos a responder con un plan donde se comparten las demandas para mayor control sobre la policía. Vamos a pedirle al gobierno federal que investigue este estado o esta ciudad y tomar estas acciones, hacer recomendaciones y responder con un plan’. Pero no respondieron con emoción ni con lógica. En vez de eso, armaron una pared y trataron de crear una narrativa alterna. Están luchando fuego con fuego. Están luchando un fuego de furia, al decir, ‘vamos a dominar el espacio de batalla y vamos a dominar, y los vamos a aplastar y castigar’. Esa es una respuesta incorrecta.
—El lunes, el presidente Trump dobló la apuesta, amenazando con sacar al ejército a las calles. ¿Cómo entender esto en un país que ha sido un bastión democrático por tanto tiempo?
Creo que es terrible. Demuestra que el presidente Trump solo tiene un canal. Es como una televisión que solo tiene un canal, y [este] es “¿qué puedo hacer para mantener feliz a mi base política e incrementar mis posibilidades de ser reelegido?”. Así como trató al coronavirus como un tema político, está tratando estos incidentes como una forma de fortalecer su base, para que digan que somos fuertes. ¿Cómo puedo apelar a esta base muy conservadora y nativista y hacerlos felices? No está tratando de resolver la situación. Está tratando de incrementar sus chances de ser reelegido. Ese es el problema cuando tienes a alguien con una lógica política muy limitada para lidiar con un problema social muy amplio. Es que viene de la misma respuesta al coronavirus. Él ha gastado más energía atacando a la prensa que atacando al virus. Y como un ciudadano de este país, me gustaría que mi gobierno tenga una respuesta racional y efectiva al virus, en vez de tener a un liderazgo que piensa solo en sí mismo que en la gente. Eso genera mucha rabia.
—¿Podría ser una estrategia para desviar la atención de la crisis epidemiológica?
Bueno, estuvieron manejando una crisis que no crearon. Creo que tienes razón. Al presidente le gusta cambiar constantemente el foco de atención, es su forma de operar. Trata todos los días de tocar un tema nuevo para distraer a la gente. Sospecho que en algún nivel cree que es bueno tener una distracción en la mente de la gente, en la televisión y en las redes sociales.
Pero están jugando con fuego y no le está resultando bien al gobierno. No se está beneficiando de esta crisis. De hecho, es ahora un caos encima del caos anterior. Si cree que ha distraído la atención de la gente, creo que mucha gente piensa que está consolidándose como un presidente ineficiente y desastroso. Sospecho que tienes razón, él disfruta las nuevas tormentas en la prensa. Es un hombre que se mueve de tormenta en tormenta. Siempre hace eso. Es como cruzar un rio desbordado sobre rocas. Y cree que puede llegar al otro lado.
Pero creo que en este caso los efectos no son positivos, aunque tengo que decir que, desafortunadamente, como vimos con la violencia policial en el 2015, el 2016 con el presidente Obama y luego en la campaña presidencial, es probable que los republicanos hayan beneficiado del tema de la violencia policial porque es un tema muy emocional. Movilizó a varios votantes conservadores que no les gustaba como la administración de Obama manejó el tema. Los instintos de Trump, su olfato, le dice que esto es algo que le gusta a su base. Tiene razón. Cree que puede incrementar la tensión para incrementar la lealtad. Y puede que sea cierto, pero es algo terrible para el país.
—¿Crees que está poniendo en peligro su reelección?
Ciertamente no está ayudando a Trump. Sabes, tienes en EE.UU. alrededor de 85% o 90% de votantes que están seguros de que votaran 40% a 43% del lado republicano y 40% a 45% del lado demócrata. Hay un número pequeño de votantes que flotan. No parece que Trump esté perdiendo a su base dura, ese 40% a 43% que se ha mantenido con él durante el mal manejo del coronavirus. Pero ese 10% en el medio no lo está ayudando. Es allí donde se va a determinar la elección, en términos generales. No ha tenido un golpe político aún por su manejo por el coronavirus, pero las encuestas demuestran que su situación se ha debilitado entre la gente que podría votar por los demócratas.
—¿Es bueno para el país y la democracia la forma cómo el presidente Trump lidia con la prensa y se refiere a esta?
No, es terrible. Nunca hemos tenido un presidente que habla de la prensa de esta manera. Hemos tenido presidentes, por supuesto, que no les gustaba ser criticados o no les gustaba que algunos periodistas en particular se quejen. Pero esto es totalmente inaudito. Es el tipo de comportamiento que es inaceptable en términos democráticos, decir que los periodistas son los enemigos de la gente en los rallys políticos, señalarlos y decir que son personas terribles y alentar la multitud contra ellos.
—¿Existen riesgos institucionales con Trump?
Me preocupa menos que trate de extender su tiempo en el poder, pero sí me preocupa profundamente que si hay un segundo gobierno va a tratar de eliminar los controles sobre su poder.
Su plan sería más cuestionar a instituciones legales que cuestionan al presidente o que limitan su poder en cierta forma. Continuaría nombrando a gente en posiciones importantes dentro del servicio civil, quienes no creen en autoridad gubernamental independiente o que no creen en la prensa libre.
Podría crear un sistema que es más y más personalista y un tipo de sistema hiper-presidencialista que no tiene muchos limites. Es una amenaza seria a este país. Pero es parte de una polarización más profunda que comenzó realmente en su fase moderna en los 60s alrededor de Vietnam y Watergate en los 70s. El país se dividió en dos diferentes visiones, una visión más conservadora y otra más progresista.
Estas dos visiones se han vuelto cada vez más hostiles la una con la otra, mas divididas. El sistema político las encarna. Y la elección de Trump es la culminación de un proceso de polarización.
No creo que tenga miedo que una vez que deje el poder, sea llevado ante la justicia. Es más su megalomanía, su megalomanía política de ganar un segundo gobierno para probar que tenía razón. Extrañamente, por más poder que tenga, constantemente se siente inseguro. Siente que nadie lo aprecia, que ningún presidente ha sido criticado de la misma manera. No que él está equivocado, sino que no es apreciado, que la prensa no lo quiere. Es más un hombre pequeño tratando de sentirse menos inseguro que un hombre poderoso diciendo que nadie lo puede parar. Es triste, en cierta forma, que un país con los atributos que tiene EE.UU. tenga una persona tan pequeña y ruin [de presidente].
—¿Cómo crees que van a evolucionar las protestas? ¿Qué crees que vaya a pasar en los próximos días?
Sabes, estudié movimientos de protesta globales en el Carnegie Endowment y monitoreé protestas alrededor del mundo. El típico patrón es que va a ver una disminución de las protestas con el tiempo. Ojalá no haya otro incidente terrible que dispare otra ronda de protestas. Y al menos a nivel de los estados habrán algunos esfuerzos para lidiar con el problema policial. De repente alguna respuesta para mayor control sobre la policía.
Desafortunadamente, no creo que veamos alguna resolución clara. Vamos a ver que las protestas se apagan de a pocos, y algunos cambios en política. Ninguna concesión de la Casa Blanca. Y esto va a seguir incrustando el conflicto en la base de la sociedad. Va a reemerger de nuevo. No estamos resolviendo temas básicos. No estamos tratando de entendernos. No tenemos solidaridad emocional en la sociedad. Vamos a regresar a esto en el futuro.
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