El actual escenario de la pandemia se está convirtiendo en una tormenta perfecta que impacta y pone en peligro las correctas decisiones que pueden tomar las empresas en el país. La Encuesta Global de Integridad 2020, elaborada por la consultora EY, arroja que en el Perú el 73% de los trabajadores encuestados considera que es difícil para sus organizaciones mantener los estándares de integridad en un período abrupto de cambio.
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“El contexto del COVID-19 es uno de ellos”, explica el socio líder de riesgos de integridad de EY Perú, Rafael Huamán. “Tres elementos están presentes cuando se atenta contra la integridad corporativa: la presión, la posibilidad y la justificación”, agrega.
El sondeo global determina que estos escenarios se están dando. Los encuestados enumeran como causas ante la posible inconducta empresarial la disrupción de los patrones de trabajo (el trabajo remoto), la interrupción en la cadena de suministros –que genera retos para el monitoreo de proveedores–, la segregación de funciones entre el personal que se mantiene trabajando, entre otras. “Se puede estar pensando en sacrificar la integridad corporativa para asegurar la sobrevivencia o los resultados de un negocio. Lo que hace eso es exponer en el mediano o en el largo plazo la continuidad del negocio”, agregó el experto.
Sin embargo, la encuesta también revela que entre los trabajadores peruanos existe claridad sobre los beneficios de actuar debidamente. Por ejemplo, un 65% considera que actuar con integridad permite tener una reputación corporativa sólida y un 41% opina que permite mejorar los resultados financieros. En muchos casos, los porcentajes para el Perú son mayores frente a la región o en el mundo.
Los retos
Pese a ello, existen contradicciones que evidencian retos en el país. El más importante: cambiar la percepción. “Ya no basta con dar un mensaje, la alta gerencia ahora debe preocuparse por pasar a la conducta”, asegura Cecilia Melzi, también socia de EY para el área de integridad.
El 39% de los encuestados en el Perú percibe que hay gerentes en su organización que sacrificarían su integridad para obtener ganancias a corto plazo. Las cifras para el Perú son altas para conductas como “ignorar la conducta no ética” e “inducir al error a terceros como auditores”. Solo es baja para “ofrecer o aceptar un soborno”; una respuesta clara de las empresas peruanas ante los casos de Lava Jato.
Mejorar ello depende de implementar mecanismos para medir los resultados. Melzi explicó que en el Perú se ha avanzado en implementarlos, pero todavía existen aspectos que faltan desarrollar. La encuesta revela que aún resulta muy bajo el porcentaje de empresas que cuentan con procesos de medición de conducta ética, entre otros.
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