Juan Pablo Noziglia

En los últimos tres años, más de S/87.000 millones salieron de los fondos de pensiones en seis retiros aprobados por el Congreso y el Ejecutivo. Sin duda, en el peor momento de la pandemia, permitir estas salidas buscaba aliviar la situación de emergencia o desempleo que vivían muchos peruanos. Pero a medida que fuimos volviendo a la normalidad, la aprobación de un cuarto, quinto o sexto retiro fueron perdiendo el objetivo, beneficiando a quienes no necesariamente eran vulnerables. Del lado de los afiliados, el lamentable saldo es que hoy más de 2 millones no tienen ni un sol en su fondo de pensiones.

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Para atender los retiros, el Banco Central de Reserva tomó un rol protagónico apoyando con repos, que son préstamos a los fondos de pensiones garantizados con bonos soberanos. El resultado ha generado dos caras de una misma moneda. En una, hubo un trabajo diligente para la venta ordenada de bonos evitando que se disparen las tasas. Pero en la otra, se generó que muchos crean la historia de que, tras los retiros de fondos de las AFP, “no ocurrió nada”. Los efectos han sido profundos y los hemos sentido todos en nuestros bolsillos.

Sobre la base de una presentación de Macroconsult, con información pública, la radiografía del primer semestre es la siguiente: el universo de fondos disponibles en el mercado de capitales ha caído en alrededor de S/24.000 millones en los últimos doce meses. Al mismo tiempo, los depósitos en el sistema financiero casi no se han movido desde el 2020, sumando entre S/400.000 millones y S/410.000 millones, mientras que los fondos mutuos han perdido casi la mitad de sus activos.

Con respecto a los bonos corporativos, pasamos de un mercado que emitía S/4.000 millones anuales en el 2019, a solo S/179 millones en el 2022. En ese mismo periodo, los papeles de corto plazo pasaron de S/2.300 millones a S/2.500 millones. Ese cambio no compensa la falta de emisiones de bonos, lo que pone en tensión las líneas bancarias y reduce el plazo promedio de la deuda. Hoy las empresas están empujadas a endeudarse en bancos para proyectos que antes financiaban en el largo plazo en el mercado.

Por otro lado, los inversionistas extranjeros han reducido su participación en deuda soberana de 49% en el 2019 a 41% en el 2022. Así, la deuda en soles del Perú pasó de 76% del total a 56% en solo dos años. Con el último ejercicio de gestión de deuda del MEF, que ha sido todo un éxito, pasamos a un mix más cercano a 60%/40%, dando concesión en la tasa y con un escenario político movido, pero más estable en comparación a inicios del año.

¿Cómo afecta todo esto a nuestros bolsillos? La respuesta es sencilla, pero compleja a la vez. Ante la falta de financiamiento a tasas competitivas y a largo plazo, las empresas se ven en la necesidad de recurrir a líneas de crédito con los bancos que solían usar para capital de trabajo, inventarios, entre otros. Es importante entender que, por su magnitud, una expansión de instalaciones o una máquina nueva no se financian a corto plazo, porque el estrés sobre el flujo de caja sería muy alto, mandando potencialmente el proyecto de inversión al archivo.

En ese contexto, si el Estado no encuentra demanda de los inversionistas por sus papeles, suben las tasas base contra las que se le pone precio a todo lo que sea deuda en soles. Un ejemplo es lo que sucede hoy con los préstamos hipotecarios, personales y vehiculares. El crédito se vuelve más caro para todos. Vuelve la pregunta: ¿es cierto que no ocurrió nada? La evidencia nos muestra lo contrario.

Generar liquidez para afrontar retiros no es como ir a una bóveda y cargar camiones con billetes, el dinero está invertido en el mercado de capitales con un horizonte de largo plazo. En el día a día, normalmente no se cuenta con la liquidez suficiente para repagar el volumen de salidas que se generó durante los seis retiros aprobados desde la pandemia.

Como consecuencia de eso, hoy las inversiones de los fondos de pensiones están concentradas en instrumentos ilíquidos y en el Perú, una situación que va contracorriente de la ideal diversificación que deben tener los fondos de pensiones. Esto generó que los mismos se alejen de lo queremos ofrecer y temporalmente se convirtieron en lo que hemos podido gestionar ante la necesidad de generar liquidez y no fallarle a nuestros millones de afiliados. Mientras se reajusta ese balance, y en medio de un contexto de reforma, si queremos un sistema de pensiones que funcione de manera óptima, es momento de tomar decisiones consensuadas que pongan en el centro al personaje principal: el afiliado.