(Foto: Difusión)
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¡Vaya año 2020! O, ¡que se vaya ya, año 2020! Claro, se podrá “ir” el año, pero nuestras costumbres, que empeoraron los resultados frente a él, parece que no solo se quedarán, sino que están empeorando.

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Ayer 25 de diciembre caminé más de dos kilómetros en una de las zonas de mayor comercio en Lima “moderna”. La absurda prohibición de vehículos particulares hizo que, por la urgencia de atención a un paciente COVID-19, hiciera de mensajero para abastecerlo.

La economía está débil: por lo menos un local por cuadra ya está cerrado y en alquiler. A pesar de ello, las perspectivas económicas son halagüeñas: estamos esperando la curva en ‘V’ con un salto importante el próximo año. Me pregunto: ¿quiénes invertirán?

La salud está débil. No solo la pandemia ha sido fatal para más de 90.000 peruanos y sus familias, sino que estamos todos esperando la denominada “segunda ola”. Pero mi caminata de ayer me mostró que hasta el personal del serenazgo se coloca la mascarilla de pañuelo al cuello. Al mismo tiempo, se sigue repartiendo el “kit COVID” y todos quienes necesitaron atención por enfermedades no COVID están siendo atendidos muy lentamente, sufriendo las consecuencias. Me pregunto: ¿quién lidera la reforma del sector salud para integrar los siete sistemas, consolidar una carrera pública de sanidad, y asegurar que todos los peruanos tengamos acceso a servicios de salud de calidad?

Nuestro tejido social está débil. Desbalances de años entre capital y trabajo en sectores económicos encontraron una válvula de escape en protestas que afectaron los derechos de otros ciudadanos con violencia. Quienes tienen la responsabilidad de resolver el problema, por supuesto, tienen otras cosas que hacer. Me pregunto: ¿cómo podemos avanzar la cohesión social entre peruanos si los responsables con autoridad se comportan como irresponsables con el poder de la fuerza?

Nuestro tejido político está débil. Más de 20 candidatos para las elecciones generales que se llevarán a cabo en menos de cuatro meses y ninguno parece ser del agrado del electorado. Cada candidato trae sus listas al Congreso y ya hemos visto que sin una mayoría, o una voluntad de armar coaliciones, el Ejecutivo se encuentra atado de manos. Y poco digo de lo que ocupa ríos de tinta: la irresponsabilidad de mayorías congresales para aprobar leyes inconstitucionales.

Me pregunto: ¿por qué los congresistas no tienen responsabilidad –de algún tipo– y reciben sanciones cada vez que utilizan su poder de manera autocrática?

En medio de este balance de desbalances, va el reconocimiento a todos aquellos ciudadanos, particularmente a los profesionales de la salud, que han entregado hasta su vida por los peruanos.

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