En los dos últimos meses, la volatilidad financiera aumentó a nivel internacional. Ello se ha dado en un contexto de moderación gradual del crecimiento global, cambios en la política monetaria de EE.UU. y medidas para reducir los niveles de endeudamiento, especialmente en economías emergentes (por ejemplo, China y Argentina, en el caso de países de la región).
El incremento de la volatilidad se explica, en gran parte, por cuatro riesgos que podrían afectar significativamente el crecimiento global y cuyo desenlace sigue siendo altamente incierto. Primero, la Comisión Europea podría aplicar sanciones a Italia por exceder los límites permitidos de déficit fiscal. Segundo, en las próximas semanas, el Parlamento británico podría rechazar las condiciones del ‘brexit’ negociadas entre la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, y la Unión Europea.
Tercero, aunque la reciente tregua de 90 días entre EE.UU. y China para retomar las negociaciones comerciales ha reducido la probabilidad de la implementación de más políticas proteccionistas, recientes declaraciones de Donald Trump dejan abierta la posibilidad de fracaso para estas conversaciones. Por lo tanto, el riesgo de un mayor escalamiento de este conflicto comercial aún no se ha disipado del todo. Además, las medidas arancelarias implementadas en el año han deteriorado la confianza de los inversionistas.
Cuarto, esta semana ha aumentado el temor de una recesión en EE.UU. El rendimiento de los bonos para plazos cortos, por ejemplo de dos años, se incrementó por encima del rendimiento de los bonos con plazos más largos, como el de tres años. Esta situación no se observaba desde la última crisis financiera del 2008.
Así, el incremento del riesgo ha generado la migración hacia activos más seguros, como el dólar. En el caso de la economía peruana, el impacto de la volatilidad internacional sobre el tipo de cambio ha sido acotado.
En los dos últimos meses, el tipo de cambio aumentó de S/3,31 a S/3,38, lo que representa una depreciación moderada del sol de 2% frente al dólar. Esto se explica, en parte, porque los inversionistas financieros internacionales están diferenciando entre países con buenos y malos fundamentos macroeconómicos.
Lo más probable es que la incertidumbre asociada a estos riesgos –tensiones en la comunidad europea, guerra comercial en EE.UU. y China y riesgo de recesión en EE.UU.– aún continúen generando volatilidad en el corto plazo. En términos de crecimiento no es poco lo que está en juego, ya que, en conjunto, EE.UU., China, la Eurozona y Reino Unido, representan casi la mitad del PBI mundial.
Por ello, las presiones al alza que hemos visto en el tipo de cambio podrían mantenerse en el corto plazo. En este contexto de cambios de ciclo económico mundial y fuerte incertidumbre, será imprescindible mantener los buenos fundamentos macroeconómicos que nos han caracterizado por más de 15 años.