En esta emergencia ha quedado claro por qué necesitamos inclusión financiera. La vida de las personas en una situación de emergencia como la actual sería no solo más sencilla, sino más segura, con una inclusión financiera masiva.
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Si todos tuviéramos una cuenta (básica, transaccional o de dinero electrónico) como tiene todo ciudadano en otros países (atada a su documento de identidad, por ejemplo) o todos ya usáramos sistemas digitales de pago como tarjetas prepago, de débito o nuestros teléfonos asociados a nuestras cuentas (como Tunki, Lukita o Yape) o a una billetera electrónica (como BIM), podríamos mantener actividades comerciales sin contacto físico. Pero sobre todo tendríamos por defecto una conexión entre el Estado y el ciudadano, entre comprador y vendedor, entre empresa y trabajador, ágiles, instantáneas y sobre todo sin necesidad de contacto presencial e intercambio de billetes y monedas (como discutió María Moreno en este Diario hace unos días).
Hoy todos nos cuestionamos no haber hecho mayores esfuerzos para asegurar un proceso masivo de inclusión financiera. Hoy, más que nunca, queda claro que si cada uno hace su parte, y lo hace bien, esto no alcanza, no es suficiente. La SBS tiene una buena regulación, el BCR como responsable del sistema de pagos, lo mismo; el sector privado tiene cuentas sin costo, aplicativos digitales y desde los teléfonos para el uso remoto de las cuentas, y un grupo amplio de intermediarios financieros han creado una billetera electrónica que no requiere una cuenta de ahorros (BIM). Cada uno hizo lo que le tocaba. Pero eso no ha sido suficiente. Seguimos usando dinero en efectivo para la amplia mayoría de transacciones y aun más de la mitad de los peruanos no está conectado con ninguna entidad financiera.
Nos ha faltado acción colectiva, fuerza y liderazgo. Es momento de exigirnos acciones que logren una inclusión financiera de gran alcance. No para que los intermediarios financieros hagan más negocios, no para cumplir con una moda internacional, sino para asegurar que tenemos instrumentos efectivos para atender emergencias.
Esta misma discusión, con otros matices, la tuvimos cuando se presentó El Niño Costero en el 2017. Todos vieron lo valioso que hubiera sido tener a todos conectados con un sistema de pagos o cuentas en el sistema financiero para distribuir ayuda durante la emergencia y también para acelerar el proceso de recuperación pasada la emergencia.
Pero pasó la emergencia y todos volvimos a hacer lo nuestro, a avanzar aisladamente en nuestro pedacito del problema. Como era de esperar, avanzamos poco. Hoy nuevamente nos lamentamos de no haber hecho más.
No podemos dejar que esto pase de nuevo. Hay que tomar acuerdos que nos aseguren una conexión universal –mínima y por defecto- con todo ciudadano a través del sistema financiero. Si el sector privado no logra hacerlo, el Banco de la Nación tiene capacidad e infraestructura para hacerlo. Es un asunto prioritario, clave para la atención de emergencias.