Con las nuevas regulaciones, vienen los reguladores. Algunos han visto reducir sus ingresos (municipalidades). Con todo cerrado, no hay muchos a quienes perseguir. Levantadas las restricciones, se viene una ola de fiscalizaciones y de multas. ¡Prepárense! (Foto: Archivo)
Con las nuevas regulaciones, vienen los reguladores. Algunos han visto reducir sus ingresos (municipalidades). Con todo cerrado, no hay muchos a quienes perseguir. Levantadas las restricciones, se viene una ola de fiscalizaciones y de multas. ¡Prepárense! (Foto: Archivo)
Alejandro Falla

De la noche a la mañana hemos sido invadidos por una plaga de regulaciones. La palabra de moda es “”. Para todo hay que pedir permiso a un funcionario público. ¡Sólo falta que nos exijan un permiso para respirar!

Con las nuevas regulaciones, vienen los reguladores. Algunos han visto reducir sus ingresos (municipalidades). Con todo cerrado, no hay muchos a quienes perseguir. Levantadas las restricciones, se viene una ola de fiscalizaciones y de multas. ¡Prepárense!

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Mas allá de si las regulaciones están o no justificadas, existe el riesgo de que muchas perduren más allá de lo necesario. No sería la primera vez que sucede. En el aeropuerto Jorge Chávez la Policía Nacional ha seguido haciendo el control vehicular al ingreso, pese a que se trata de un “protocolo” que se implementó en los 80´s para evitar atentados con coches bomba. Hace años que ese riesgo no existe, pero se ha seguido aplicando el mismo “protocolo” generando demoras en el acceso.

Para evitar este riesgo se debería incluir una fecha de vencimiento explícita en todas las regulaciones que se están aprobando en la emergencia. Si no se hace, seguro que nos seguirán exigiendo estos “protocolos” incluso luego que se encuentre la cura del virus.

Existe también el riesgo de la moda. Las municipalidades se han subido a la “ola regulatoria” exigiendo sus propios “protocolos”. No basta con que el Ejecutivo les recuerde que no lo deben hacer. Conviene que utilice las transferencias de ingresos adicionales para la mejora de la gestión municipal como un incentivo para evitar que se conviertan en una traba al proceso de reactivación económica. Hay que usar la zanahoria para desincentivar que se introduzcan nuevas barreras burocráticas.

Pero el mejor antídoto para evitar el sobre costo generado por estas nuevas regulaciones y proteger la salud de las personas, es fortalecer la labor de Indecopi en la eliminación de barreras burocráticas.

Fue Indecopi quien declaró (2012) que la restricción impuesta por el Ministerio de Salud a la adquisición de oxígeno por los centros de salud constituía una barrera burocrática (Resolución 1232-2013/SDC-INDECOPI). En el 2010 el ministerio estableció que el oxígeno medicinal debía contar con una pureza del 99%, pese a que antes se había operado sin problemas con productos de 93% de pureza. Se impuso un estándar superior al aplicado en Estados Unidos. De esta manera, el Estado redujo la oferta disponible de oxígeno medicinal y generó las condiciones para la escasez. Esta restricción, que está en el origen de la crisis del oxígeno que hemos vivido, recién fue removida por el Ejecutivo hace unas semanas. Si el ministerio hubiera levantado la restricción cuando Indecopi se lo advirtió, la historia habría sido diferente. No habríamos tenido escasez de oxígeno. Varias muertes se habrían evitado. ¡No hubiera sido necesario un permiso para poder respirar!

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