David Tuesta

En un país donde la probabilidad de permanencia de la presidente en el cargo se revalúa día a día, a los agentes económicos no les queda otra que tomar decisiones casi en penumbras. Esta terrible incertidumbre que reduce nuestras posibilidades de crecer, está lejos -todavía- de descalabrar por completo la economía peruana. A pesar del caos permanente en que nos quieren sumir los políticos, nuestro modelo económico permite que aún sigamos navegando. Aunque más lento, es cierto, todo indica que el 2023 y 2024 lideraremos el crecimiento en Latinoamérica con registros de 2,0 y 3,0% respectivamente. Claro está que los muchos desaciertos que también se comenten en el vecindario regional contribuyen a este resultado relativo.

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¿Qué factores condicionarán el desempeño económico? Las señales son claras de que el escenario global será más favorable que lo esperado hace algunos meses para el Perú. En Estados Unidos, por ejemplo, mientras la inflación se modera, se observa todavía fortalezas en el desempeño de su mercado laboral. Si bien la FED ha señalado que “aún queda trabajo por hacer”, que implica ajustes adicionales de tasas de interés, los mercados confían en que su manejo no generará deterioros abruptos. Sorprende también favorablemente que la recuperación China se venga dando con mayor dinamismo luego del levantamiento de las medidas COVID. Con todo ello, al mejorar las perspectivas de riegos de Economías Emergentes como la peruana, se anticipa que los mercados financieros también enfrenten un menor stress.

No obstante las mejores condiciones internacionales, el escenario de protestas ya nos ha pasado factura este año. Hay sectores específicos como el turismo, minería, agropecuario y transporte, que han recibido de lleno el golpe. Con ello, se ha trasladado una cadena de efectos sobre el resto del país en términos de escasez de insumos, más inflación, mayor percepción de riesgos y deterioro en el precio de los activos, Aunque el nivel de protestas ha disminuido en los últimos días, este aún se encuentra lejos de haberse disipado, por lo que esta variable se mantiene como un factor de riesgo a monitorear.

En resumen, entre la mejora del crecimiento global, tasas de interés más altas y la aún persistente duda de cuando se darán las próximas elecciones generales, queda por ver el impacto que puede tener las acciones de política económica que puedan aún llevarse a cabo. El MEF le ha puesto mucha fe al programa Con Punche Perú; una combinación de transferencias e intervenciones para mejorar el despliegue de la inversión pública a nivel nacional y descentralizada, que puede añadir algunas décimas al crecimiento, si las cosas no se complican más en el ámbito doméstico. Y si la turbulencia política se apacigua al menos marginalmente en el futuro, quizá se podría esperar mejoras adicionales en el sentimiento de los agentes económicos, como lo ha hecho ver recientemente la encuestas del Banco Central. La economía peruana, sorprendentemente, tiene todavía espacio para crecer entre la incertidumbre de la política y la certidumbre de sus fortalezas fiscales y monetarias.

David Tuesta es presidente del Consejo Privado de Competitividad.