Juan Pablo Noziglia

La compra de Credit Suisse (CS) por su competidor directo tomó por sorpresa a muchos. ¿166 años de historia financiera se pueden borrar en una semana? La respuesta corta es que sí. ¿Debería preocuparme por mis ahorros? No, los bancos centrales del mundo ya aprendieron la lección en el 2008: la caída de una Institución Sistémicamente Importante (SIB) puede ocasionar algo parecido a lo que ocurrió con Lehman Brothers. Si quieren un pequeño recordaris del sistema financiero, y algo de historia, esta columna les va a encantar.

Las últimas dos semanas pasarán a la historia como dos de las más interesantes, volátiles, tristes y extrañas de la historia económica moderna. Una institución como Credit Suisse, con mucho más de un centenario siendo uno de los principales bancos tradicionales y de inversión del mundo, y una de las bancas privadas más sólidas, fue obligado a ser adquirido por Union Bank of Switzerland (UBS), su más grande adversario en el mercado suizo. ¿Cómo puede una institución titánica desaparecer en cuestión de días?

Para entender mejor la respuesta, retrocedamos a comprender cuál es el negocio bancario tradicional en el contexto moderno.

Un banco se forma cuando hay un inversionista, el accionista que se presta dinero del público, los ahorristas, que depositan parte de su riqueza para que el banco lo preste a terceros, y los prestatarios. Hasta acá todo suena fácil, pero desde su nacimiento empiezan los riesgos para la banca y sus stakeholders.

El primer riesgo es lo que los banqueros llaman descalce o “gapeo”. Yo, como banco, tomo ahorros usualmente a plazos cortos, rara vez mayores a un año, y presto a plazos más largos a una tasa mayor. ¿Por qué puedo hacer esto? Porque el ahorrista confía en que, si algún día necesita sus ahorros, puede venir a la ventanilla y retirarlos, sumado a que confía en que el banco sabe lo que hace y no presta con riesgos excesivos. Recordemos este concepto: confianza.

El segundo riesgo se genera por la misma estructura y lo que permite la regulación del negocio bancario. Yo, accionista, pongo uno, me fondeo de los ahorristas nueve y coloco prestamos por diez. Esto significa que mi capacidad como institución para absorber pérdidas es muy limitada. Al tomar dinero del público y, por lo que acabamos de mencionar, la banca es altamente regulada. Acá se empieza a complicar la cosa, ya que empezamos con temas como el CET1, los AT1, T2, capital regulatorio, Basilea II o III, Hold to Maturity, Available for Sale/Trading, etc. (Explicarlos me tomaría varias de páginas, pero, en resumen, evitan que los bancos implosionen fácilmente a través de regulación muy exigente y creativa).

Entonces, ¿qué paso con Credit Suisse? Acá la historia es más larga porque estamos ante un banco que viene en una muerte lenta hace muchos años con una suma de errores de gestión, pérdida de cultura organizacional y una gruesa falta de control de riesgos. Basta con recordar dos de sus más recientes patinadas: los casos de Greensill y Archegos, que evidenciaron a una institución con problemas más profundos que los que mostraban al mercado.

Si ponemos esto en contexto, tenemos un banco que ya era visto con recelo por los inversionistas y ahorristas, a lo que le sumamos la minicrisis bancaria en el sistema financiero americano (básicamente corridas bancarias sobre Silicon Valley Bank y First Republic en California), no era de sorprender que el miedo se propague y afecte a las instituciones más débiles a nivel global. ¿Recuerdan la palabra clave? Confianza.

Si los ahorristas pierden confianza y retiran sus ahorros en masa, la institución, por el mismo descalce, no está en capacidad de poder devolver todos los ahorros. Hablamos de prestarme a corto plazo e invertir a largo plazo, al empezar la bola de nieve, nos encontramos ante una corrida bancaria clásica. Aquí ustedes se preguntarán: ¿pero el Banco Nacional Suizo (su BCR) no le puso US$ 54 billones (miles de millones) de líneas créditos? Sí, pero si la crisis de confianza también afecta el valor de tu acción, caes por debajo de tus limites regulatorios y te intervienen.

Dado que CS es un SIB, dejarlo caer no era una opción. La salida más simple era que fuera absorbida por una institución más sólida. Inmediatamente los tiburones olieron sangre y empezaron a rondar y a agravar la crisis. Los suizos al parecer no querían que el negocio caiga en manos de instituciones de otro país, razón por la que cerraron un acuerdo durante el fin de semana con el otro grande en Suiza, UBS. El dato curioso es que UBS ofreció en primera instancia solo US$ 1 billion por una institución que el 31 de diciembre del 2022 tenía poco más de US$23 billion de capitalización bursátil. Tómense un momento para digerir la destrucción de valor en un plazo tan corto. Finalmente, la operación se cierra en alrededor de US$3.3 billion, con una cantidad importante de salvaguardas y malabares contables cuyos potenciales efectos recién estamos desenmarañando. Pero esa es otra historia.

En conclusión, ¿podríamos esperar otra crisis como la de 2008? ¡Uy, difícil! Las lecciones aprendidas hacen que un escenario similar tenga probabilidades ínfimas de ocurrir. ¿Esto puede traer más problemas para el crecimiento global? Sí. La retracción del crédito, a medida que la banca refuerza sus balances, hará que la ralentización económica sea potencialmente más fuerte. Ok, pero los bancos centrales bajan sus tasas y listo. Ahí es importante recordar al otro cuco, la inflación. Esa bala, hoy, no la podemos usar. Sin embargo, como ahorristas no tenemos de qué preocuparnos porque las instituciones SIB de Perú están sólidas y con el regulador muy atento. Es un hipo, no el principio de otra gran crisis financiera.

Juan Pablo Noziglia Gerente de Inversiones de Prima AFP