Cada vez que hago una presentación sobre temas de carrera y los retos de la tecnología en el mundo del trabajo, siempre hay un momento en que le pregunto a la audiencia ¿cuántos contactos tienen? Y aclaro: relaciones de verdad, no nombres de “amigos” en LinkedIn o Facebook. Las personas me miran intrigadas. Les pido que levanten la mano para ir midiendo cuántos contactos tienen.
Siempre hay quienes dicen tener más de 500, pero la gran mayoría se queda entre 100 y 200. Allí pido permiso para usar de ejemplo a quienes dicen tener pocos.
Y empiezo: ¿estás casado(a)?, ¿tienes novia(o)? Si la respuesta es afirmativa, sigo: imagínate que decido regalarte la fiesta de tu boda, es decir, el local, comida, sillas, toldo, trago, música, todo lo que involucra una buena fiesta de celebración, ¿a cuánta gente invitarías? “Ah, si es así –me dicen–, invitaría a 100 o quizá 200 personas.
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Yo pago todo –insisto– y les recuerdo incluir a sus amigos, familiares, compañeros de estudios del colegio, academia, universidad o maestría, familiares de sangre y políticos, compañeros de trabajo, proveedores y clientes actuales y de trabajos anteriores, amigos del club, del gimnasio o deporte, de la iglesia, padres de los amigos o de los amigos de los hijos. El número sigue subiendo y ríen encantados cuando llegan a 500 o más.
¿Cuál es mi punto? Que las personas interesadas en manejar mejor sus carreras y marcas personales y elevar sus niveles de empleabilidad internalicen la fundamental importancia de desarrollar y valorar el tener relaciones auténticas y de calidad con más personas.
Esto no se hace solo cuando se está en búsqueda de trabajo, ni es una actividad interesada o manipuladora sino una muy humana que contribuye a nuestro crecimiento personal y profesional, a ampliar nuestros paradigmas, y a conocer diferentes perspectivas, nuevas ideas y maneras de hacer las cosas. Nos hace más humanos entre tanta tecnología.
Para empezar, hay que salir de nuestra zona de confort y dar el primer paso, ir a eventos a conocer gente nueva, actualizar las relaciones existentes y traerlas a valor presente, interesarnos genuinamente por los demás.
Además, las personas con quienes la estima es mutua son quienes nos refieren positivamente y son los mejores publicistas de nuestra marca personal. ¿De qué sirve tener grandes logros si nadie los conoce?
Quienes empiezan un programa de recolocación siempre temen tener que salir a “hacer contactos”.
Pero luego aprenden a hacerlo bien al comprender los beneficios que esa actividad consciente y voluntaria trae a sus carreras y a su desarrollo personal: reportan que el 99% de las reuniones de contactos son gratas, positivas y agradables. Y otros resultados también aparecen: de los más de 3.800 recolocados de LHH DBM Perú de los últimos cinco años, el 83% lo hizo gracias a su red de contactos, o a la nuestra, que pasa a ser la de ellos también.
De lo que se trata siempre es abrirnos e intentar darle valor a los demás, y ojalá, con calidez y transparencia. Por allí se empieza.