SIMON KUPER
Corresponsal de deportes del Financial Times
Si uno tuviera que apostar hasta su último dólar en esta Copa del Mundo, lo lógico sería apostar por Brasil. Los anfitriones –que abren el torneo ante Croacia en São Paulo hoy jueves– deben ser los campeones más plausibles. Su equipo no está mal, ningún rival parece invencible y la ventaja en casa vale en promedio dos tercios de un gol por partido en el fútbol internacional.
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Los corredores de apuestas consideran a Brasil el favorito, pero con una cuota de 3-1 en contra (apostar uno para ganar tres). Esto implica que ellos piensan que Brasil probablemente no va a ganar. Eso tiene sentido: Los Mundiales son crueles con los favoritos, y se han vuelto menos amables con los anfitriones. He aquí por qué los aficionados de Brasil en todo el mundo deben tener miedo.
A los seguidores de Brasil les gusta sacar a relucir la estadística que las seis Copas del Mundo que se han jugado en América Latina fueron ganadas por equipos latinoamericanos. Pero eso fue entre 1930 y 1986, desde entonces el fútbol ha cambiado. Los equipos europeos de esos tiempos solían llegar a la Copa sobrealimentados y con poco entrenamiento después de los viajes transoceánicos para llegar a Latinoamérica. La exótica comida latina era el siguiente reto: las esperanzas de Inglaterra en México en 1970 se derrumbaron con los problemas estomacales de su portero Gordon Banks. Y luego estaban los chanchullos políticos latinoamericanos. La victoria de Argentina en 1978 probablemente algo tuvo que ver con la visita del General Videla al vestidor de la selección peruana antes del Argentina-Perú.
Los equipos visitantes actuales se sienten más a gusto. La patria espiritual del futbolista moderno es un hotel de cinco estrellas, donde juega Xbox preguntándose ociosamente si está en Azerbaiyán. Solo una de las últimas ocho Copas del Mundo fue ganada por el anfitrión.
El segundo problema de Brasil: una Copa del Mundo es tan corta que la suerte juega un papel importante. Eso a menudo confunde a los favoritos. Si el torneo durara 38 juegos, como la Liga Premier inglesa, Brasil probablemente ganaría. En cambio, el ganador jugará solo siete partidos, los últimos cuatro de ellos en la ronda de eliminación. Una mala llamada del árbitro, o un penalti fallado, y el mejor equipo queda fuera. En cualquier caso, los favoritos en el fútbol pierden con más frecuencia que en el rugby, el baloncesto o el tenis.
La tercera razón para apostar en contra de Brasil: su personal. Pocos brasileños argumentan que la formación actual podría coincidir con el equipo que ganó el último Mundial para Brasil en 2002. Es preocupante cuando tu portero, Julio César, juega para el Toronto FC.
Por último, está la falla brasileña, explotada por varios rivales europeos en las últimas Copas del Mundo. Los equipos europeos hoy en día defienden con 11 hombres. Incluso el delantero mejor pagado se vuelve a la defensiva con un ritmo superior. El pragmático entrenador brasileño, Luiz Felipe Scolari, aspira a eso, pero no está en la crianza de sus jugadores. Scolari recordará la noche del 2002 cuando la pequeñísima y valiente Bélgica estuvo a punto de vencer a su gran Seleção. Como recuerda el actual director belga Marc Wilmots, a los delanteros de Brasil “no les gustaba volver. En el centro del campo mandábamos nosotros. No consiguieron el balón”.
Antes del juego de cuartos de final entre Brasil y Francia en el 2006, el entrenador francés Raymond Domenech dijo a sus jugadores: “Nunca dejen que ellos tengan posesión del balón. Recupérenlo lo más rápido posible, y no dejen que ellos lo obtengan de nuevo”. Los brasileños con el balón eran aterradores, recuerda.
En cambio, Domenech continuó: “Háganlos venir por el balón. A los brasileños no les gusta defender, y se darán por vencidos rápidamente. ¿Ven a alguien como Ronaldo correr a lo largo del campo detrás del balón? Los delanteros brasileños no se fatigan por la defensa. Ese es su punto débil. Así que si dominamos el balón, podemos dominarlos también”. Francia ganó 1-0. En el 2010, cuando Brasil jugó en contra de Holanda en los cuartos de final, no pudieron recuperar el balón para atacar.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, frente a las elecciones de octubre, tendrá la esperanza de que sus jugadores muestren un poco de disciplina europea.