Tanto el FMI como el BM coinciden en que el crecimiento mundial seguiría siendo débil con el riesgo de quedarse así de manera permanente. Christine Lagarde, directora gerenta del FMI,ha llamado a esta situación “nueva mediocridad”.
América Latina y el Caribe no son ajenos a esta situación y ni qué decir del Perú, donde la economía, si bien continúa creciendo, se ha desacelerado de manera importante respecto a los años previos.
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Un rasgo importante de este nuevo escenario mundial es que las economías desarrolladas ahora crecerán más que las economías en vías de desarrollo, lo que revierte lo que venía ocurriendo después de la crisis financiera internacional del 2008, cuando el crecimiento de las economías en desarrollo avanzó más rápido que el de las del mundo desarrollado. Pero el cambio de escenario no acaba allí, el FMI ha dicho que los riesgos mundiales ahora están migrando de la insolvencia de gobiernos y empresas a problemas de liquidez, del sistema bancario al sistema no bancario y, lo más importante, de países desarrollados a países en vías de desarrollo.
Pero valgan verdades, desde un punto de vista macroeconómico, el Perú es de los pocos países que a nivel mundial tiene posibilidades de seguir implementando políticas monetarias y fiscales expansivas, aunque con ciertas limitaciones.
La posibilidad de que el BCR reduzca la tasa de interés para impulsar el crecimiento está limitada por dos factores. Por una lado, están sus metas de inflación, y la inflación hoy ya está cercana a su tope máximo. Por otro lado, el BCR sabe que una reducción de la tasa de interés puede poner más presión al alza en el tipo de cambio, en un contexto en el cual se espera que la FED incremente sus tasa de interés.
En el lado fiscal, la historia es distinta. Si bien se espera un mayor impulso fiscal este año para la economía peruana, el problema aquí es en la ejecución de ese gasto, en particular por parte de los recientemente elegidos gobiernos regionales.
Pero, independientemente de estos problemas, las políticas monetarias y fiscales expansivas tienen un límite para reactivar el crecimiento, en especial si la situación de bajo crecimiento es mundial y permanente.
La receta en estas circunstancias es obvia: para salir de esta trampa de crecimiento mediocre hay que aplicar reformas estructurales. Esto, sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. Y aquí es donde el Perú enfrenta su principal reto. En particular, porque estas reformas estructurales requieren de consensos políticos, que hoy no hay.