David Tuesta

Aunque el lector de “Crónica de una Muerte Anunciada” de Gabriel García Márquez sabe desde un inicio que el personaje de ficción, Santiago Nasar, dueño de la Hacienda Divino Rostro, iba a morir (o ya había muerto), el suspenso peculiar que emana de su lectura hace justamente de esta pieza literaria toda una delicia de principio a fin. No tan delicioso es, sin embargo, la otra “crónica anunciada” de la recesión económica en el Perú, en el que todos los analistas económicos sabían con certeza que estábamos bien sumidos en ella desde mediados de año, aunque el gobierno lo negara en todas sus formas. Hoy, sin embargo, habiendo llegado a la “última página de la novela”, no les queda más que reconocer que “el pollo no estaba vivo, sino muerto”, como diría nuestro ex filósofo presidencial.

Estando todos, ahora sí, de acuerdo con lo que enfrentamos, toca hacerle frente al mostro de la recesión que puede tener características seculares, es decir, que no sea temporal. Y esto implica que el gobierno parta haciendo acto de contrición, reconociendo que se ha perdido un tiempo valioso por no escuchar las voces de advertencia del sector privado que no sabían que más hacer para que se les haga caso. Quizá la narrativa que guiaba al gobierno en ese momento era la de transmitir confianza para alentar las expectativas, pero al hacerlo negando la realidad se ha terminado dañándola seriamente. Así, una cosa muy distinta hubiese sido considerar otra estrategia: la de reconocer la seria gravedad de la situación (e.g. a lo Hurtado Miller) y usarla para generar la urgencia de reformas y con ello empujar positivamente las expectativas.

Por suerte, las opciones todavía están bien abiertas para ir por esa vía, aunque, por supuesto, los limitantes sociales y políticos hoy son más agudos y crecen día a día. Así, el primer paso requiere identificar la causa de esta crisis económica. El Banco Central ha dejado muy claro donde se halla: una pérdida abrupta de nuestro potencial de crecimiento que se ha visto recortado a la tercera parte, con un aporte negativo de la productividad. Siendo este el causante de nuestra dolencia es erróneo pensar que un Crédito Suplementario (CS), anunciado el viernes con “bombos y platillos” nos va a ayudar a salir del hoyo. Los “fuegos artificiales” de lanzar miles de millones en transferencias públicas hoy no van a mover ni una ceja. De hecho, sépase que el sector privado ya lo sabe, por lo que este famoso CS parte hoy con cero credibilidad.

Hemos llegado a un momento en el que la recuperación de la confianza depende de que este gobierno dé señales de coherencia y de valentía para avanzar en reformas potentes. ¿Es difícil hacerlo? Claro que sí. Pero para ello, el gobierno deberá demostrar a los agentes económicos que él es su capitán del barco y que es capaz de generar estrategias políticas de consenso que deriven en medidas pro-productividad factibles de implementarse. Para poner las cosas más claras, los agentes económicos quieren ver que la economía empiece a jugar como cuando estaba Gareca y no como lo hace hoy con Reynoso. La presidenta y la PCM tienen que estar más visibles y comprometidos con las reformas necesarias.

Otra oportunidad de oro que tiene el gobierno el 2024 es el periodo de reconstrucción post Fenómeno de El Niño. Las principales proyecciones anticipan que debiera haber un rebote, como sucedió en similares circunstancias en el pasado. Así, sería clave, por ejemplo, que el gobierno esté dando muestras desde ya, de que tiene un plan bien montado y coordinando con los gobiernos subnacionales que repotenciará su pobrísima capacidad ejecutora para cuando llegue el momento. Se tiene que hacer de la reconstrucción post Niño “una ola” elevada y potente que nos saque a la orilla. Sería tristísimo que el gobierno termine desperdiciando ese momento.

Si estos dos ámbitos -el de políticas pro-productividad y el de un buena ejecución de la reconstrucción post Niño- son aprovechadas con buenas propuestas, el gobierno tendrá probablemente la última oportunidad de encender la confianza, y con ello empezar de una vez por todas a ver la luz al final de este túnel llamado R-E-C-E-S-I-Ó-N. Con todas sus letras y hace tiempo.