David Tuesta

Dice el diccionario de la RAE que confianza es la “esperanza firme que se tiene en alguien o algo”. En economía, el concepto se “modela” en torno a los objetivo que se tiene sobre un indicador objetivo, así como las variables o intervenciones de política que lo afectan. La importancia que la literatura económica le ha ido dando a la temática ha influenciado en las últimas décadas al desarrollo de diversas encuestas a consumidores, firmas y expertos, donde se les consulta, por ejemplo, sobre sus expectativas de inflación y crecimiento económico.

Refiriéndonos a estos dos indicadores, hagamos algunas reflexiones. Respecto a las expectativas de inflación, se presta particular interés tanto a la credibilidad de la meta inflación, como a la gestión de los instrumentos para alcanzarla, teniendo en cuenta elementos inerciales del pasado y probabilidad de diversos shocks. Cuando, por ejemplo, se revisan las minutas o las actas de reuniones de los bancos centrales, se presta particular atención a su valoración para alcanzar el objetivo, así como la guía de derrotero que seguirán las tasas de interés en próximos meses. La confianza sobre la política monetaria se valida en torno a la consistencia de lo transmitido por el ente emisor respecto a lo que finalmente se corrobra en la realidad. El alto nivel de institucionalidad del BCR, ha reforzado exitosamente su gestión de expectativas.

Siguiendo similar aproximación para el caso de la gestión gubernamental de las expectativas de crecimiento económico y de sus instrumentos, estos también se ajustan en torno a factores inerciales y la presencia de shocks. A diferencia del Banco Central, el Poder Ejecutivo cuenta con menor revestimiento institucional, lo que hace que su labor sea mucho más delicada. Teniendo esto en cuenta, hagamos una rápida revisión de la historia reciente de cómo el gobierno ha gestionado las expectativas de crecimiento desde el 7 de diciembre del año pasado en que asumió el cargo.

La proyección base estuvo marcada por el Marco Macroeconómico Multianual que en ese entonces proyectaba un crecimiento de 3,5% para el 2023. Luego, en pleno escenario de turbulencia política y con Yaku arrasando el norte del país a inicios de este año, el gobierno daba declaraciones de que el crecimiento sería de 3,1%, mientras el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central ya revisaban sus cifras por debajo. Ya en abril, cuando se presenta el Informe de Actualización de Proyecciones Económicas, y el gobierno colocaba la meta de crecimiento del 2023 en 2,5%, fue el propio Consejo Fiscal quien señalaba su sesgo optimista. En agosto, cuando crecía la desconfianza sobre las proyecciones de crecimiento oficial y se discutía si estábamos en recesión o no, el gobierno indicaba que “julio (ahora sí) ya mostraba mejores resultados…”, y que veía “un crecimiento de 3,0% entre agosto y diciembre”. Nada de esto, al final, terminó siendo cierto, reconociéndose a regañadientes en octubre que estábamos en recesión. Las proyecciones de mercado indican, en el escenario más optimista, que el crecimiento del 2023 terminará estando alrededor del 0%.

Los instrumentos de políticas basados en nombres motivadores como Con Punche Perú y Plan Unidos, si bien teniendo propuestas interesantes en lo que se refiere, por ejemplo, a mejoras marginales del funcionamiento del aparato Estatal, se han quedado cortos, y no hay certeza si serán suficientes para traer confianza. Mientras tanto, la desconfianza del sector privado está más que justificada cuando ven sus balances en rojo todos los meses; cuando la morosidad se dispara; cuando el crédito se contrae; y, cuando el 83% de los pequeños negocios señalan que la delincuencia, el robo y la extorsión los está golpeando duramente [1]. Hoy el Ejecutivo pronostica que la economía repuntará el primer trimestre del 2024, mientras el Banco Central acaba de indicar hace pocos días que las inversiones se pospondrán por El Niño. Entendiendo que sin inversión privada difícilmente se presente una recuperación vigorosa, ¿a quién le creemos?

Como señalaba en mi reciente presentación de CADE Ejecutivos, para generar confianza, se requieren actuar sobre algunos planos de los cuales el gobierno se mantiene desconcertantemente “de perfil”. La pérdida continua de competitividad durante la última década exige hoy señales decisivas que aprovechen la oportunidad que nos trae la actual crisis para impulsarlas. ¿Cuáles son esos planos? En primer lugar, hay que reforzar el plano ético del gobierno. Es contradictorio que un gobierno exija confianza cuando es evidente para la población que dentro del gobierno continúa el mal aprovechamiento de recursos del Estado y se siguen dirigiendo puestos de trabajo a conocidos, amigos y familiares. ¿Qué confianza se puede exigir así?

En segundo lugar, se requiere verdaderos creyentes en la inversión privada dentro del equipo gubernamental, desde los ministros, viceministros y directores de todas las carteras. Así, ¿cómo creer en el discurso de que este gobierno quiere a la inversión privada cuando al mismo tiempo decide no licitar los lotes petroleros y dárselos directamente a una empresa quebrada como Petroperú?

Y finalmente, se necesita señales poderosas sobre temas clave como, por ejemplo, ¿qué hacer con Petroperú y su gobernanza? ¿Seguiremos observando impávidos como pierde miles de millones de dólares? ¿Por qué no se derogan las leyes laborales anti-inversión privada aprobados en la época de Castillo? ¿Por qué el gobierno ha manifestado su apertura a dar un retiro adicional de los fondos de AFP, por más acotado que este fuera, sabiendo el fuerte daño que este mecanismo viene teniendo sobre la productividad? ¿Qué hacemos para dar verdadera predictibilidad a la actividad minera, acechada por un nivel de conflictividad irracional y, en varios casos, de carácter delincuencial?

Seguir insistiendo en la política de querer ilusionar a los actores económicos con sueños de recuperación que luego la realidad disipa, minimizando al mismo tiempo el más que justificado estado de desconfianza del sector privado, es sin duda contraproducente. Más que nombres bonitos, se necesita simplemente Un Plan a secas, que parta de mostrar la crudeza de la situación que enfrentamos y que marque un derrotero real basado en señales y acciones potentes de compromiso con la competitividad. Es simplemente una cuestión de confianza.

[1] Encuesta de IPSOS en octubre de 2023 a 1500 bodegueros de la Red de Backus.