David Tuesta Cárdenas

Existe amplio consenso en la literatura sobre el rol que cumple la mayor inclusión financiera sobre el desarrollo y bienestar de las familias. Desde hace décadas, la academia y los organismos financieros internacionales han venido impulsando políticas públicas con este objetivo a lo cual los gobiernos han respondido desarrollando sus respectivos planes y estrategias. El consenso sobre este objetivo es tal, que incluso grandes instituciones financieras se han convertido en portadores activos de este mensaje. ¿Qué más se puede pedir?

MIRA: Gobierno alista decreto supremo para entregar los lotes petroleros de Talara a Petro-Perú

Sin embargo, si evaluamos los programas de inclusión financiera desde la teoría del “Ciclo de Vida”, observamos que se quedan peligrosamente incompletas. Las intervenciones se han venido concentrando fundamentalmente en la etapa activa de las personas. Así, medidas y cambios regulatorios para apoyar la penetración del crédito, el ahorro y los pagos, se han centrado en las primeras etapas del ciclo para detenerse de golpe cuando empezamos a envejecer. Paradójicamente, esta “exclusión financiera” de facto que cometen inadvertidamente los actuales programas, terminan configurando un “punto ciego”; un campo visual de alto riesgo que al parecer nadie ve, o quizá no se quiere ver.

En poco tiempo, gobiernos y actores financieros tendrán más complicado decir que no son conscientes de este problema. Actualmente la proporción de personas mayores de 65 años en el Perú representa cerca del 13% de la población, la misma que se aproximará al 30% en tan solo tres décadas. De esta manera, este grupo etario pronto se constituirá en el colectivo más importante y decisorio de nuestra sociedad que además vivirá más tiempo. La esperanza de vida después de los 65 años en el Perú que hoy es de 85 años se incrementará a 90 durante ese lapso.

Quizá los actores públicos y privados relevantes creen que no es necesario desarrollar programas de inclusión financiera para esa etapa porque serán las políticas de seguridad social las encargadas de enfrentarla. Si este es el argumento, estamos perdidos. Hoy tenemos al 75% de la Población Económicamente Activa en el mundo de la informalidad excluida de participar en la seguridad social. Y si esto es así, seguirá excluida cuando envejezca.

Es crucial que quienes tienen voz e influencia en los mercados financieros tomen un rol más activo en la búsqueda de soluciones para reducir los riesgos en la “última milla del ciclo vital”, lo que implica trabajar con la amplia población de independientes e informales. Para ello, en primer lugar, se requiere establecer conexión entre las soluciones financieras de la etapa activa con soluciones para la etapa pasiva dentro del ciclo. En segundo lugar, se deberá también propiciar aproximaciones financieras que ayuden a las personas a desenvolverse en esta última milla.

Finalmente, será importante valorar los efectos económicos que tendrá este 30% de la población en pocas décadas, lo que propiciara la demanda por nuevas necesidades que impulsarán los sectores de salud, infraestructura y servicios donde las soluciones financieras las cruzarán transversalmente. En un país tan informal como el Perú y que viene entrando a una rápida dinámica de envejecimiento, las políticas de inclusión financiera están obligadas a evolucionar.

Contenido Sugerido

Contenido GEC