Las rentabilidades de nuestras inversiones dependen, en buena cuenta, de las expectativas de generación de valor de las empresas en las que invertimos. Así, en la medida en que haya una mayor confianza en que una empresa incremente sus utilidades (más allá de lo previsto por el mercado) o tenga una mejora sorpresiva en su rating crediticio, los precios de sus títulos (acciones y bonos) subirán y, por consiguiente, su rentabilidad. Todo ello ocurre en los mercados de capitales, alternativa al financiamiento bancario, que canaliza los recursos de agentes superavitarios a deficitarios mediante emisiones de títulos.
¿Qué sucede, sin embargo, si los precios de tales títulos no son claramente observables en los mercados de capitales? ¿qué haría si le dijeran que la rentabilidad de sus inversiones no es necesariamente la correcta y su valorización no se condice con sus precios de venta? ¿Qué pasaría si algunas posiciones en acciones no se pueden vender porque provocarían una gran caída en los precios de mercado dada la alta concentración de su propiedad?
Estos casos que podrían sonar a “ciencia ficción” ocurren actualmente en el mercado de capitales local. Así, nuestro mercado se caracteriza por ser poco líquido, es decir, resulta relativamente difícil vender o comprar títulos sin afectar drásticamente sus precios. Dicha falta de liquidez está asociada principalmente a una escasa oferta de valores emitidos, a un bajo nivel de acciones libres para negociar y a una demanda concentrada en pocos inversionistas que compran los títulos y los mantienen a vencimiento.
Al respecto, el Banco Mundial, en agosto de 2019 publicó un documento de apoyo como “hoja de ruta” con el fin de fortalecer el rol del mercado de valores peruano de cara al financiamiento del sector corporativo. A pesar de las recomendaciones y los esfuerzos realizados, nuestro mercado ha involucionado desde entonces.
Así, en el 2022, el volumen negociado de una acción peruana fue, en promedio, 1,9% de su valor de mercado (2,9% en los últimos 10 años), porcentaje bajísimo si se compara con niveles de Colombia (11,2%) o Chile (21,9%). De otro lado, en el 2023, el promedio diario de negociación de bonos en la BVL fue de apenas US$1,6 millones (vs US$8,3 millones en 2018). En Colombia o México, este promedio diario supera los US$10 millones.
En este contexto, desde el punto de vista de valorización de inversiones locales, existen 6 puntos neurálgicos para mejorar esta actividad.
Una primera arista consiste en contar con una curva de rendimientos gubernamentales (que relaciona tasas de interés y plazos) continua, principalmente en los plazos más cortos (menores de 1 año) y más largos (más allá del 2040), similar a lo que ocurre en países como México, Colombia o Chile, en el que hay mecanismos de subastas previsibles de títulos gubernamentales de corto y largo plazo. Ello es clave para valorizar renta fija.
Un segundo pívot consiste en el desarrollo de un mercado de derivados que permita coberturas de distintos tipos de riesgos. Al respecto, nuestro mercado negocia principalmente forwards de tipo de cambio a corto plazo. Para valorizar derivados localmente, es necesario generar una tasa basada en préstamos a corto plazo garantizados en soles (tipo SOFR en EE.UU.), que permita desarrollar un mercado de deuda y derivados referenciados a esta tasa, similar a lo ya desarrollado en otros países de la región.
Un tercer factor de acción se basa en la emisión de títulos soberanos que permitan cobertura a inflación que, además de tener una demanda natural por parte de algunos inversionistas como aseguradoras y bancos, constituyen un buen termómetro de mercado respecto de las expectativas inflacionarias.
Una cuarta línea de acción se centra en una mayor transparencia de información respecto de los mercados tanto públicos como privados (especialmente estos últimos), de manera que cualquier evento de riesgo (degradación de calificación de riesgo, empeoramiento de niveles de solvencia, incumplimiento de pago, etc.) pueda ser puesto en precio de manera oportuna.
Un quinto esfuerzo por seguir se basa en aminorar la asimetría de valorización de un mismo título entre nichos de inversionistas. Al respecto, la valorización de las carteras de las AFP se realiza a través del vector diario de precios de la SBS, mientras que la valorización de los portafolios de fondos mutuos se realiza a través del vector de un proveedor privado. Esta situación es particularmente atípica respecto de otros países latinoamericanos como México, Colombia y Chile, en los que únicamente participan proveedores privados de precios en la labor de valorización, los cuales cuentan con metodologías particulares y recogen las mejores prácticas del mercado.
Una sexta arista y quizá la más importante se centra en el mayor empoderamiento del regulador de mercado de valores tanto a nivel de acciones a emprender (desde políticas hasta mecanismo de sanción) como de capacidad técnica de su staff. Ello en buena cuenta depende de la decisión de Ministerio de Economía y Finanzas.
La correcta valorización de los activos financieros es una tarea clave para calcular el desempeño real de las inversiones, de manera que refleje genuinamente los riesgos inmersos en las carteras de inversión. Un mercado de capitales desarrollado coadyuva a lograr esta tarea. En el caso peruano, es necesario crear la infraestructura mínima necesaria en materia de mercados y referencias de valorización. Esta es una tarea conjunta de los sectores público y privado, tal como reflejan las acciones emprendidas por países como Colombia, México o Chile hace más de una década.