Las organizaciones requieren empezar a mirar perfiles profesionales que traigan una mirada fresca y que aporten valor a través de nuevos enfoques o puntos de vista.
En la película “En busca de la felicidad”, Chris Gardner, encarnado por Will Smith, atraviesa múltiples peripecias en el camino para convertirse en un stockbroker. Peripecias que logró superar a pesar de la pobreza que lo envolvía y de sólo contar con el background académico de haber ocupado el primer lugar en high school en una clase de apenas doce alumnos. ¿Cómo logró que sus habilidades innatas en negociación, persistencia y networking lo conviertan en un perfil atractivo para una sociedad agente de bolsa? Completando su formación técnica con un trainee (organizado por la propia compañía) que lo preparó para afrontar los exámenes del Series 7, una licencia que el regulador en EEUU exige para ejercer como corredor. Historia real.
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En las economías avanzadas (y, principalmente, en industrias que innovan constantemente como tecnología, servicios financieros, retail) está creciendo la tendencia de contratar profesionales que no cuenten con una formación de pregrado en carreras relacionadas a negocios o al core business de la empresa. Por ejemplo, múltiples son los casos de jóvenes que estudian artes y que cuentan con la oportunidad de trabajar en una empresa de servicios financieros. Al respecto, si bien entre un filósofo bueno y un administrador excelente, gana el administrador, entre un filósofo excelente y un administrador bueno, el primero se lleva el puesto: se privilegia la capacidad más que la formación per se. Ante todo, se rescata la intuición, liderazgo, perseverancia y capacidad de aprendizaje: elementos fundamentales para progresar en una carrera.
La parte técnica en finanzas la complementan con certificaciones (Series 6, CFA, etc.) o con un MBA. Reflejo de lo último es que de la promoción de alumnos a graduarse en el 2018 del MBA de Wharton School (la escuela de negocios con el mayor sesgo financiero en el mundo), sólo el 26% cuenta con un pregrado en negocios. El 46% tiene un pregado en humanidades y el 28% en ingeniería, ciencias duras e informática.
Es fundamental tener iniciativa y capacidad de comunicación y de gestión. No sólo es hacer análisis desde un Excel, es también liderar procesos que implican que el analista esté coordinando con personas, que las cosas se den en un calendario ajustado y lidiar con profesionales de distintos perfiles e industrias. Los soft skills antes que los hard skills.
En el Perú persiste el dominio del típico perfil de egresados de las carreras de negocios para posiciones de management y alta dirección en las industrias de servicios financieros, consumo masivo, retail, industrial. Sin embargo, esto está empezando a cambiar en tanto ya somos testigos del surgimiento de espacios para innovar a nivel corporativo, más aún en el actual contexto de transformación digital. Los skills técnicos que requieren los profesionales se actualizan constantemente. Frente a ello, las organizaciones empiezan a mirar perfiles profesionales que traigan una mirada fresca y que aporten valor a través de nuevos puntos de vista. Es imposible innovar si todos los perfiles son iguales.
Resulta crucial que profesionales provenientes de diversas industrias y con variada experiencia lleguen, cuestionen el modelo de negocio y beneficien a la compañía con la transversalidad de sus experiencias previas. No obstante, las típicas empresas que irrumpen con la verticalidad cultural de industrias tradicionales, mientras todos sus ejecutivos provengan desde adentro (con una muy débil intención por fomentar la diversidad), éstas no serán capaces ni atractivas para atraer el talento idóneo que ejecute procesos coherentes de transformación e innovación.