(Foto: Reuters)
(Foto: Reuters)
Caroline Gibu

Indolente, ambicioso, con ánimo de conquista y al mando de un ejército, se presenta . Ha descubierto que la mayor parte de la población está desprevenida, indiferente, desorganizada, poco informada, y ha llegado para quedarse, causando muertes y daños irreparables.

Pero un grupo de valientes jóvenes descubre cuáles son sus puntos débiles y cómo pueden parar la amenaza. Alertando a la alcaldesa y organizando a sus vecinos, logran vencer al invasor y lo destierran gritándole “Ese Don Zikario no es de este barrio”. Final feliz.


Este es, en síntesis, el argumento de una obra teatral para niños preparada en el marco del Proyecto “Juntos contra el Zika” liderado por CARE, con el fin de motivar acciones preventivas y de control. Durante los últimos tres años, he acompañado este proyecto, colaborando en la identificación de buenas prácticas desde la comunidad y desde las instituciones públicas.

Los aprendizajes son muchos. En lo personal, aprendí que el zancudo aedes aegypti que transmite el virus del zika es el mismo que transmite también el dengue y la chikungunya.

Dicho zancudo se reproduce en agua limpia, proveniente de la lluvia acumulada entre desechos o guardada en tanques y bateas para consumo humano, principalmente en lugares donde no existen servicios de agua potable y saneamiento. El dengue y la chikungunya pueden causar la muerte, pero el zika además tiene consecuencias adicionales para la madre gestante pues genera malformaciones en el feto.

Dado que nuestra planificación urbana es aún débil para tener agua segura en todos los hogares, la forma más efectiva de prevenir y controlar la proliferación del zancudo es que la población adquiera hábitos saludables (tapar recipientes, eliminar desechos o usar repelentes) acompañados de otras acciones complementarias como la fumigación.

Pero, ¿qué hacemos para que las personas estén en permanente alerta cuando no hay sentido de urgencia? Recordemos que solo después de un sismo nos preguntamos si tenemos la mochila de emergencia lista. Del mismo modo, solo cuando empieza el calor, y aumenta el número de zancudos, se despierta el deseo de eliminarlos.

Las buenas prácticas identificadas nos enseñan que los municipios juegan un importante rol para dirigir durante todo el año acciones de monitoreo y educación a los pobladores en la vigilancia y control.
Así mismo, deben coordinar tanto con las instancias públicas nacionales y regionales como con actores privados y sociales para que los esfuerzos tengan mayor impacto.

Y si bien el presupuesto desde el tesoro público asignado para estas acciones es reducido, bien utilizado por los municipios permitirá su implementación con resultados.

Las estadísticas nacionales nos indican una considerable reducción de casos, pero solo una comunidad activa garantizará que podamos decir en los próximos años que efectivamente Don Zikario se fue de este barrio.