Diego Marrero

Después de un año desastroso en términos de retornos para los activos financieros, en el último trimestre del año pasado, el mercado intentó rebotar, pero el esperado ‘rally’ de fin de año fue apagado por las declaraciones de algunos miembros de la Reserva Federal de EE.UU. (FED, por sus siglas en inglés), que pusieron paños fríos al optimismo.

El mercado estaba preparado para rebotar y recuperar gran parte de las pérdidas del año, pues los principales riesgos que explicaron estas pérdidas se disiparon. Por un lado, la inflación mostró una clara tendencia de desaceleración, haciendo pensar que el riesgo de un espiral inflacionario ya no tenía peso. La inflación de oferta ocasionada por los cierres económicos del COVID-19 cedió bastante; mientras que la inflación de demanda no se desbordó. Por el lado de crecimiento económico, hasta el momento no se vislumbra nada que confirme una recesión, como en algún momento del año era el consenso. Sino todo lo contrario, la economía seguía en pleno empleo, la actividad industrial seguía sólida, los márgenes de las empresas seguían siendo buenos, etc.

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En este contexto, el optimismo se apoderó de los mercados, pues la conclusión lógica era que en una economía con la inflación cediendo y con crecimiento económico moderado, no se debería seguir subiendo la tasa de interés, por lo cual la FED debería hacer una pausa en el ciclo alcista de tasas. Sin embargo, la FED en su intento de limitar cualquier margen de error en el impacto de su política monetaria intentó manejar las expectativas con una retórica dura que minimizaba la tendencia decreciente de la inflación. La FED hizo esto con la intención de evitar que el optimismo del mercado pueda relajar las condiciones financieras y poner en riesgo el control de la inflación.

Sin embargo, en febrero del 2023, ante la contundente evidencia de la data de inflación, la FED hizo un cambio de timón en su retórica hacia los mercados. El presidente de la FED sorprendió con discurso mucho menos duro del que tuvo los meses anteriores. No solo admitió por primera vez que la inflación estaba cediendo, sino que podían considerar un cambio de tendencia en caso de que las condiciones económicas lo ameriten.

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Este cambio en el manejo de expectativas genera mucho optimismo, pues ya no se espera que el ciclo de subida de tasas continúe. Ello tiene muchas implicancias para la valorización de los activos. Por un lado, la fortaleza del dólar que vimos el año pasado debería revertirse, con lo cual las monedas de los países emergentes deberían apreciarse. Los activos de renta fija deberían tener un mucho mejor año que el 2022 y algunos activos de renta variable, cuyas valorizaciones se vieron exageradamente afectas el año pasado deberían experimentar fuertes subidas.

Adicionalmente a ello, este año el optimismo viene por la apertura de la economía china. Ello debería ser uno de los eventos económicos más importantes del año, por el gran impacto que esto debería tener en la economía global.

Las opiniones vertidas son estrictamente personales.

Diego Marrero es gerente de inversiones de AFP Habitat Perú.