Trabajar en Lima se ha convertido recientemente en un ejercicio similar a manejar por la ciudad. Es raro que uno llegue a su destino sin haber improvisado nuevas rutas para evitar la cantidad de calles cerradas. Nuevos feriados y días no laborables improvisados, para quienes no tenemos el beneficio de que nos paguen el asueto, hacen las veces de esas calles cerradas sin ninguna planificación aparente que debemos sortear para llegar a nuestro destino. En efecto, a muchos de nosotros, a diferencia de a los políticos que crean nuevos feriados, los días no laborables nos cuestan. De hecho, la mayoría de peruanos, tres de cada cuatro, los más pobres entre nosotros, generan sus ingresos día a día, trabajando en la informalidad o en el autoempleo.

Tampoco se benefician estos trabajadores de alzas en el salario mínimo. Sobrerrepresentados entre ellos están los jóvenes. Este grupo poblacional tiene una escasa participación en la fuerza laboral asalariada formal y el alza del salario mínimo eleva la valla para el acceso. Asimismo, otro efecto que producen es que los jóvenes con empleos formales tengan el doble de probabilidad de perder el empleo durante el año que sigue a una subida del piso salarial que aquellos mayores de 30 años.

"A diferencia de a los políticos que crean nuevos feriados, los días no laborables nos cuestan"

Investigador principal de GRADE, Miguel Jaramillo

Como sabemos, el salario mínimo se aplica de manera universal a toda relación asalariada en el sector privado. Así, la norma no considera la heterogeneidad de nuestro sector productivo, que incluye desde unas pocas empresas de categoría mundial, con cientos de trabajadores, hasta un sinnúmero de microempresas de muy baja productividad, buena parte de ellas de supervivencia y sin expectativas de crecimiento. Tampoco contempla la diversidad regional, con departamentos donde más del 80% de la fuerza laboral gana menos del salario mínimo. Ignora también el hecho elemental de que, por su escasa experiencia laboral y la baja calidad promedio de la educación básica, los jóvenes tienden a tener la más baja productividad entre los trabajadores de cualquier empresa.

Nada de esto es nuevo. Estos son factores que deben tenerse en cuenta en cualquier decisión sobre el salario mínimo. Sin embargo, los que hemos estudiado este tema debemos repetirlo cada vez que está en discusión un nuevo aumento. El elemento nuevo en la situación actual que, como los otros, es ignorado en la discusión, es la extraordinaria caída de la oferta laboral juvenil, que aún no recupera los niveles previos a la pandemia. De hecho, entre el 2019 y fines del 2023, la PEA de hasta 24 años cayó 14%: 140.000 jóvenes menos en el mercado laboral. Esto no suele ocurrir en países donde la población observa tasas positivas de crecimiento y no atraviesan un período de guerra. Y, sin embargo, en el Perú de estos días no parece llamar a la preocupación de ninguna autoridad.

Como en su momento la llamada Agenda 19, la agenda laboral del país sigue enfocándose en intereses de grupos específicos, sin una visión de desarrollo y bienestar de la fuerza laboral en su conjunto, que incluya a los que no gozan de un empleo formal, entre ellos los jóvenes. Para aquellos grupos de interés que dominan la agenda laboral, nada más parecido a unas vacaciones permanentes que cada vez más días feriados.

Miguel Jaramillo Licenciado en Economía por la Pontificia Universidad Católica del Perú con un PhD en Historia de la University of California

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