Cuando anunciaron el otorgamiento del Premio Nobel de Física a Donna Strickland, lo que más llamó mi atención es que era la primera mujer en ganarlo en los últimos 55 años. Para entender por qué tan pocas mujeres llegan al final de ese camino, nuestra mirada debe ir irremediablemente a su inicio: ¿qué pasa con las niñas que deciden no emprender ese viaje?
Esta semana justamente se ha conmemorado el Día Internacional de la Niña, fecha que debería servirnos para reflexionar sobre los problemas que las niñas enfrentan en países como el Perú. Al respecto, cuando buscamos responsables de esta situación, tendemos con simplicidad a señalar a la sociedad, un ente lejano y abstracto, cuando quizás debemos preguntarnos quiénes son realmente los que transmiten los estereotipos de género, dónde ocurre esa transmisión y qué impactos puede tener. Los resultados de dos estudios pueden dar algunas luces y ayudarnos a constatar cuán cercanos se encuentran los ‘enemigos’ de las aspiraciones de las niñas.
En primer lugar, un estudio, desarrollado en Turquía y aparecido recientemente en una prestigiosa publicación internacional, muestra con claridad la importancia de las creencias de los profesores en la transmisión de estereotipos en el salón de clases y, peor aún, en el comportamiento y resultados académicos de las niñas. Así, dicha investigación encuentra que aquellas niñas cuyo profesor tiene una visión tradicional sobre los roles de género tienden a tener peores resultados en las pruebas estandarizadas de matemáticas y lenguaje. Este efecto, además, es mayor conforme esas niñas están expuestas por más tiempo a clases con dicho profesor. Los niños, en cambio, no ven afectado su rendimiento por las creencias de sus maestros.
Un segundo estudio desarrollado en China muestra cuán persistentes pueden ser los estereotipos y cómo estos se transmiten de padres a hijos. Al preguntar a estudiantes y sus padres si creen que los niños son mejores que las niñas en matemáticas, se encuentra que la probabilidad de que un niño o niña crea esta afirmación depende no solo de lo que crea su padre, sino también los padres de sus compañeros de colegio. Así, en la medida en que más padres tengan esta creencia, la probabilidad de que una niña piense que es mala en matemática aumenta, aun cuando las calificaciones reflejan lo contrario. Se encuentra evidencia de que esta autopercepción sobre la dificultad de las matemáticas afecta las aspiraciones y los rendimientos académicos de las niñas.
Ambos resultados muestran cómo preservar estereotipos sesgados de género en el hogar y el aula puede ampliar la brecha de género en, por ejemplo, matemáticas durante la niñez. Estas brechas luego tenderán a ampliarse y se reflejarán en aspiraciones, elecciones de carrera y desarrollo en el mercado laboral. De este modo, el caso de la Dra. Strickland seguirá siendo una excepción. Pero, claro, estos estudios son en Turquía y China, y los problemas se deben a ‘esos’ padres y profesores. Seguramente nosotros no tenemos nada que ver. Y tú, ¿a cuál de tus hijos le pides que ayude a lavar los platos?