El período 2002-2011 fue la década dorada de América Latina (AL). En ese período, de precios de las materias primas por las nubes y de abundante ingreso de capitales, la región creció a un 4% anual, liderado por la inversión privada, que subió a 15% al año. A partir del 2011 los precios de las materias primas empezaron a caer y los capitales dejaron de entrar como antes. Como resultado, las economías latinoamericanas empezaron a enfriarse: se acabó la década dorada.
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El contexto externo para la región durante la década dorada fue realmente extraordinario. La economía mundial creció a más de 4% anual, liderada por China, que creció a 11% al año. En esa década, según cifras del FMI, nuestros términos de intercambio se elevaron en 44%, por el alza de los precios de los commodities, que subieron en casi 300%. No hay precedentes en la historia de semejantes alzas.
Asimismo, según cifras de la Cepal, es en la década de oro que AL muestra el mejor registro de ingreso de capitales a la región. El ingreso acumulado de capitales en el período 2002-2011 ascendió a US$683.273,7 millones.
Bajo la sombrilla del contexto externo descrito, AL tuvo el desempeño macroeconómico más exitoso de la historia contemporánea.
Esta historia feliz de crecimiento alto empezó a quebrarse desde fines del 2011, coincidiendo con el descenso de los precios de las principales exportaciones de AL y el menor ingreso de capitales financieros.
Entre fines del 2011 y setiembre del 2014 los precios de los commodities cayeron en 8,2% y el de los metales en 16,0%.
También se ha producido un quiebre en nuestra conexión financiera con la economía mundial. Desde el 2011, el ingreso de capitales a la región, manteniéndose todavía a niveles elevados, ha descendido ininterrumpidamente y no hay señales de una pronta recuperación.
Es decir, el contexto externo altamente favorable del período 2002-2011 ha dado paso a un período mucho menos favorable en los últimos años.
Como es típico, el principal efecto recayó sobre la inversión privada. La tasa de crecimiento de esta variable cayó del 16% anual registrado en el 2011 a -2,4% en este año. Concurrentemente, la tasa de crecimiento en la región se ha reducido desde el 4,5% en el 2011, a solo 1,3 % en este año.
No se avizora una recuperación del precio de las exportaciones ni el repunte del ingreso de capitales, por lo que parece claro que AL tendrá que funcionar en los próximos años bajo un contexto menos benigno que el de la década dorada.
En consecuencia, no hay que esperar tasas de crecimiento altas en los próximos años. Esa tendencia general podrá ser alterada en la medida que se pongan en marcha respuestas específicas de política, en aquellos países donde exista espacio para hacer políticas monetarias y fiscales expansivas.
El Perú, según el FMI, es uno de los pocos países en la región donde, por un lado, se justifica aplicar una política macroeconómica expansiva y, por otro, tiene los recursos para hacerlo.
En este año, debiendo y pudiendo, no aplicamos la receta correspondiente, por lo que nuestro crecimiento estará cerca del mediocre 2%. Esperemos que el 2015 sea distinto. Pero olvidemos las tasas de crecimiento de 6% o 7% al año, que ya son como los goles de Cubillas, parte de nuestra historia.