En un país en que todo es difícil y que muchas de las grandes y buenas iniciativas resultan con alguna frecuencia efímeras, hace pocos días la Corporación Ferreyros, hoy FERREYCORP, ha cumplido su primer siglo de vida, su primer centenario. Y lo hace con más de 6.600 trabajadores entre obreros y empleados, con distintas empresas subsidiarias y locales donde opera -en su mayoría propios- de un área cercana a los metros cuadrados.

Lo hace, también, bajo la cultura y el rigor de valores en los que están empeñados todos sus trabajadores, gerentes y directores, que no sólo buscan la rentabilidad de la que hablaba Milton Friedman sino que van bastante más allá en un compromiso con la comunidad y el medio ambiente, la sostenibilidad, sus trabajadores y el Estado, y por supuesto, con sus accionistas. De modo que no es exacto que en el Perú poco o nada se haya hecho en los 200 años de su existencia republicana.

Precisamente por esto último cabe hacer una reflexión sobre los orígenes de la empresa y qué animó a sus socios fundadores a emprender lo que en su momento organizaron como “Enrique Ferreyros y Compañía, Sociedad en Comandita”, inicialmente como una simple mercantil comercializadora de abarrotes, con apenas unos cuantos trabajadores y con un capital de trabajo mínimo. Cómo así, pues, se juntaron Enrique Ferreyros Ayulo, Héctor García Lastres, Enrique Gildemeister Möller y Carl Semsch Ström, y acaso alguno que otro familiar o accionista menor, y decidieron fundar esta sociedad mercantil.

Sin ninguna duda Enrique Ferreyros Ayulo, que provenía de una familia de destacados comerciantes por su línea materna, nieto de Enrique Ayulo Zagal fundador de la Cámara de Comercio de Lima en 1888, promueve la idea junto a Héctor García Lastres, a quienes unen muchos motivos y capacidades para asociarse animados no sólo por la simple aventura de un nuevo negocio, sino alentados además por otros vínculos familiares y de amistad.

García Lastres fue un distinguido empresario de múltiple actividad económica que realiza su labor principalmente en el valle de Chicama, donde con seguridad se relaciona con Gildemeister y Semsch quienes -a su vez- impulsaron el cultivo de la caña de azúcar en el norte del Perú en lo que sería la Hacienda Casa Grande. Pero, tan o más importante aún, desde una visión peruanista, es la comunión de principios que comparten sobre todo los dos primeros con el Perú, que indudablemente se remonta a sus ancestros.

Ferreyros Ayulo es hijo de Carlos Ferreyros Senra quien, junto a su hermano Manuel, Arturo García y García, Lizardo Montero y, por supuesto, Miguel Grau Seminario, fueron los Almirantes de la flota del Pacífico en el siglo XIX, con tan brillante actuación en la Guerra con Chile. Y Arturo García y García fue el padre de García Lastres, a lo que hay que añadir que ambos fundadores fueron además casados con Clemencia y Carmen Ribeyro Mendívil, hijas del jurisconsulto Ramón Ribeyro Álvarez del Villar, el mismo que tuviera tan destacada participación en las trincheras del Reducto de Miraflores el 15 de enero de 1881.

Todo esto no hace sino confirmar la índole de su estirpe y su absoluto compromiso con el Perú más allá de su propia existencia, que hoy vemos plasmado en la Corporación Ferreyros en su primer centenario como una forma de testimoniar su paso por la vida. De modo que no es pues exacto que poco o nada se haya hecho en 200 años de vida republicana.

Tengo en mis manos un recorte periodístico con una fotografía en que se ve a Enrique Gildemeister y a mi abuelo Fernando Ortiz de Zevallos Vidaurre haciendo pruebas en la Hacienda Infantas con el primer tractor a motor que se importara en el Perú en las primeras décadas del siglo XX, un “Big Four” con un motor de 60 caballos de fuerza y un arado que surcaba a 15 pulgadas de profundidad.

El nombre Big Four se debía a su tracción en las cuatro ruedas, lo que hoy llamaríamos un 4 x 4, que fue toda una revolución en avances tecnológicos de la época y que representó importantes cambios en la producción y productividad en el campo, pero dejó de producirse como tal a consecuencia de múltiples fusiones de sus fabricantes en EEUU, a la vez que abría paso a otras máquinas y diferentes tecnologías que los fueron mejorando. Seguramente estas primeras experiencias pusieron de manifiesto su conveniencia en los campos de caña de los valles de Lima, donde estaba Infantas (hoy el distrito de San Martín de Porres), y donde la caña no había sido aun desplazada por el algodón Tangüis que, producto de una reconversión en el campo, la llevaría a Lambayeque y La Libertad con mucho mejores condiciones para su cultivo.

Es así como al cabo de unos años se trajeron las primeras máquinas Caterpillar que habían aparecido en California como herramienta indispensable en el movimiento de tierras, acaso animados por esas primeras experiencias en Infantas, hasta que en 1942 en que la firma Ferreyros estaba ya siendo conducida por la siguiente generación, y se acuerda formalizar la representación oficial de la marca y la convierte en su “core business”, que la hace uno de los mejores dealers Caterpillar en el mundo a decir de los mismos fabricantes en EEUU.

En todo este tiempo, que ha hecho de FERREYCORP la principal importadora de bienes de capital en el Perú, aunque a su alrededor también se haya desarrollado otros negocios de motores, vehículos, logística, tecnología, energía, y hasta de laboratorio y útiles escolares, ha habido muchas dificultades y tropiezos, qué duda cabe, pero ha habido también la sucesión de capacidades en distintos personajes de “hombría de bien” que han hecho posible que Ferreyros sea hoy la Corporación Ferreyros.

Hoy, la empresa está a cargo de una dama Mariela Garcia Figari de Fabbri y son varias las mujeres que la acompañan en su gestión, pero no es menos cierto que las habilidades de Carlos Ferreyros Ribeyro, su hermano Enrique, Carlos Semsch Terry, Carlos Ferreyros Aspillaga, José Tagle, por cierto Oscar Espinosa Bedoya, Andreas von Wedemeyer, y tantos más, han hecho posible que la empresa sea lo que es: una fuente generadora de trabajo digno y de calidad, que es el mejor aporte de la inversión privada a la sociedad. De modo que no es exacto que en el Perú poco o nada se haya hecho en los 200 años de su existencia republicana.