A partir de una encuesta especializada sobre inclusión financiera encargada al área de estudios de opinión del IEP (diciembre del 2020) encontramos sólida evidencia de la persistencia de las brechas de género tanto en el acceso y uso de servicios financieros, como en la salud financiera de la ciudadanía.
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Los datos traen algunas noticias alentadoras: el porcentaje de adultos que señala tener una cuenta en alguna entidad financiera resultó mayor a lo que recogen encuestas no especializadas (como la Enaho, por ejemplo). Esto ya se sabía, pero los números son interesantes. El 58% señala tener al menos una cuenta (62% los hombres y 54% las mujeres), muy por encima del 42% que reporta la Enaho (tercer trimestre del 2020).
Los usuarios de estas cuentas trabajan sobre todo con bancos y el Banco de la Nación es un actor clave, sobre todo para las mujeres. Una de cada cuatro mujeres con cuenta la tiene en el Banco de la Nación (7 puntos porcentuales más que los hombres).
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La mayoría sigue prefiriendo las transacciones en canales tradicionales. Solo el 26% realiza transacciones por Internet y un porcentaje similar reporta usar algún servicio de billeteras electrónicas. La principal razón para no usar estos canales digitales es que los consideran inseguros (25% no los usa por esta razón), seguido de los que no saben como usarlos o no conocen los servicios (17%). Esta última razón es más frecuente entre las mujeres. Si los medios digitales no muestran ser seguros y confiables, y no invertimos en enseñar y motivar a los potenciales usuarios, seguiremos viendo agencias abarrotadas y con largas colas.
Los datos recogidos revelan también que los ciudadanos que sí tienen una cuenta usan más estos canales digitales y, entre quienes tienen una cuenta activa (hacen transacciones), las mujeres usan tanto o más que sus pares varones dichos canales. Esto muestra que una vez que se incluye financieramente a las mujeres estas sí usan activamente los nuevos canales.
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Para ellas, el acceso y uso inicial sigue siendo el escollo principal. Las brechas entre hombres y mujeres en la tenencia y uso de cuenta se amplían cuando vemos más servicios. Respecto a sus pares varones, las mujeres tienen menos acceso a recursos financieros suficientes (no les alcanza), menos control sobre sus recursos financieros (y los de sus hogares), menos acceso a recursos para enfrentar emergencias, menos acceso a crédito (y las que tienen crédito usan en mayor proporción fuentes informales: familiares y amigos, la bodega), menos cobertura de seguros y están tomando menos acciones para asegurarse una vejez digna (el 76% de mujeres no está haciendo nada para la enfrentar la vejez, cifra muy por encima del 54% de hombres que tampoco lo hace). La salud financiera de las mujeres es sustantivamente más endeble que la de los hombres.
Entonces, además de apostar por más inclusión financiera, tenemos que redoblar esfuerzos para que llegue a las mujeres. La salud económica de las mujeres y sus familias depende en buena medida de que ellas gocen de una buena salud financiera, y la forma de lograrlo es con una inclusión efectiva para ellas.
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