(Foto: AP)
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Agencia Bloomberg

El Fondo Monetario Internacional () advirtió la semana pasada que la llegó a US$164 billones, el nivel más alto jamás registrado. ¿Esto significa que el mundo está a punto de quebrar? De ningún modo. Pero los altos niveles de deuda aún importan, ya que hacen que sea más difícil ejecutar una sensata y equitativa.

La relación entre los niveles de deuda y la sostenibilidad de la deuda parece ser directa. Cuanto mayor sea una acumulación de deuda, más dinero se necesitará para pagarla en el futuro. Por supuesto, una empresa o un gobierno pueden depender del crecimiento futuro para cumplir con sus promesas. Pero hay un punto donde los inversionistas ya no creen en esta promesa y dejan de refinanciar la deuda… causando una crisis.

Sin embargo, este análisis también es simplista. Existen varios factores que incluyen en si un determinado nivel de deuda es sostenible. En el caso de los gobiernos, el más obvio es la trayectoria futura de cuatro variables: crecimiento, inflación, tasas de interés y la diferencia entre los ingresos y el gasto. Con las tasas de los bancos centrales en niveles bajos históricos, por ejemplo, el nivel global de deuda enfatizado por el Fondo Monetario Internacional ha sido más sostenible de lo que sugeriría la enorme cifra.

Por supuesto, las tasas de interés están comenzando a aumentar, en tanto la economía mundial finalmente se está expandiendo y la inflación ha regresado lentamente. Pero el aumento de las tasas por sí solo no debería generar pánico sobre la deuda. Tomemos como ejemplo Estados Unidos, donde la relación entre la deuda pública y el producto interno bruto aumentará bruscamente como resultado de la emblemática reforma impositiva del presidente Donald Trump. EE.UU. disfruta lo que Valery Giscard d’Estaing, el ex ministro de finanzas francés y más tarde presidente, llamó el "exorbitante privilegio" de tener la moneda de reserva del mundo:

Dado que los inversionistas quieren mantener activos denominados en dólares, incluidos bonos del Tesoro de EE.UU., Washington puede acumular deudas de una manera que otros gobiernos simplemente no pueden.

También es importante preguntar quién tiene la deuda. Desde la Gran Recesión, los bancos centrales han acumulado grandes tenencias de bonos del gobierno y, en algunos casos, corporativos. Algunas de las autoridades monetarias, incluido, por ejemplo, el Banco Central Europeo, han dejado en claro que continuarán renovando estas tenencias en el futuro, lo que ayudará a mantener controladas las tasas de interés.

Además, no son solo las tenencias del banco central lo que importan. La deuda soberana de Japón se situó en un 236% del producto interno bruto el año pasado, pero la mayor parte está en poder de instituciones nacionales, que generalmente son inversionistas menos volátiles que los caprichosos extranjeros.

Finalmente, realmente no tiene sentido hablar sobre la deuda sin el contexto de cómo se gasta el dinero. El FMI subraya cómo la mayor parte de la acumulación de deuda desde la crisis ha ocurrido en los mercados emergentes y China en particular.

Las empresas y los gobiernos en países en desarrollo tienen razones particularmente buenas para pedir prestado, ya que necesitan invertir en el capital o la infraestructura necesaria para ponerse a la altura del mundo rico.

Esto no significa, sin embargo, que debemos descartar el llamado del Fondo a reducir el endeudamiento. Para empezar, hay una cuestión de equidad intergeneracional.

Cualquier préstamo implica un costo de oportunidad, ya que los pagos de intereses no pueden, por definición, ser gastados en otra cosa. Esta es la razón por la que pedir prestado para invertir es tan importante: un dólar gastado en construir una red de telecomunicaciones más rápida ayudará a aumentar la productividad, lo que justificará el costo de pagos de intereses futuros.

Desafortunadamente, en el caso de muchos países de bajos ingresos, el FMI ha encontrado que los déficits adicionales no se han utilizado para impulsar el crecimiento a largo plazo.

Además, el tiempo realmente importa cuando se trata de acumular deudas. EE.UU. está aumentando su déficit presupuestario justo cuando la economía se ha acercado al pleno empleo.

Este es un problema, ya que la política fiscal procíclica puede conducir fácilmente a un sobrecalentamiento. La Reserva Federal puede tener que ajustar la política monetaria más rápido de lo que lo haría en otras circunstancias. Como resultado, la economía de EE.UU. primero presionaría fuertemente el acelerador y luego incluso más fuerte los frenos, que no es la mejor forma de conducir.

Por último, muchos países simplemente no pueden descartar el riesgo de una crisis fiscal rotunda. Esto es particularmente cierto para una serie de países de bajos ingresos del África subsahariana, donde la caída de los ingresos provenientes de los productos básicos y la depreciación de las monedas están demostrando ser una combinación letal.

Pero esta amenaza es igualmente importante para algunos países de la zona del euro, como Portugal e Italia, que han aprendido de la peor manera durante la crisis de la zona euro lo que significa tener una deuda soberana excesivamente alta.

Hubo, entonces, algún método para la locura del FMI. Las cifras de deuda global que suenan aterradoras fueron algo como un truco publicitario; captaron nuestra atención, aun cuando fueron intelectualmente engañosas. Pero si eso ayuda a crear conciencia sobre los riesgos vinculados a un endeudamiento excesivo, quizás valga la pena la exageración.