A 21 días de haberse decretado el estado de emergencia y dictado medidas de aislamiento para disminuir la velocidad de propagación del COVID-19, cada uno de nosotros ha ido tomando conciencia de la magnitud y las consecuencias de esta crisis sanitaria a nivel mundial. Según la Universidad Johns Hopkins, en ese lapso, en el mundo, el número de casos subió de 170 mil a 1,2 millones y las muertes de 6,5 mil a 63 mil.
Conforme vamos teniendo más información, comprobamos que el virus no hace distinción, nos ataca a todos. Aunque la mayoría desarrolla mayor resistencia y logra sobrevivir, hay sectores de la población altamente vulnerables. Sabemos que el virus puede ser asintomático. Y eso lo hace más peligroso porque sin saberlo podemos contagiar a otros, que pueden tener un sistema inmunológico más débil o precondiciones médicas que implican mayores riesgos. Por ello es importante mantener el distanciamiento social y observar las reglas de higiene recomendadas por la OMS.
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Sin embargo, el distanciamiento social si bien es necesario, no es suficiente, porque los casos aumentan. Día a día los servicios sanitarios colapsan. Profesionales de la salud arriesgan sus vidas. Algunos terminan contagiados por falta de equipos de protección.
Sentimos la frustración de aquellos que viven el día a día y que no encuentran su nombre en la lista del bono de los S/ 380. Admiramos a las empresas que trabajan y aseguran la cadena alimenticia y de bienes esenciales y aquellas que a pesar de no generar ingresos han hecho lo imposible por pagar planillas y no despedir a sus trabajadores. Pero esta situación tiene un límite.
Aunque no tenemos los recursos ni la experiencia de Corea del Sur en el manejo de epidemias, sí podemos aprender de lo que hicieron. Testear, rastrear, aislar es la estrategia que mejor funciona. Al encontrar un positivo, y para ello son las pruebas moleculares porque detectan el virus desde el inicio, no sólo se aísla al paciente, sino que después de testear a todas las personas con las que tuvo contacto, también se aísla a aquellas que dieron positivo y se continúa rastreando, testeando y aislando. Ello impide que el virus se salga de control. Esta enfermedad no es para esconderse. Es para enfrentarla entre todos. Y como no tenemos la tecnología para rastrear a las personas con las que estuvo cada paciente contagiado, es necesario que se revele información adicional.
Cuando concluya la cuarentena estaremos más expuestos al contagio, sobre todo en zonas de mayor concentración poblacional. No solo será importante tomar precauciones individuales como el uso de mascarillas o protección en los centros de trabajo, como toma de temperatura al ingreso y teletrabajo para adultos mayores; sino también será valiosísimo saber si se tuvo contacto con un infectado por el virus. Esta información debe conocerse. Sólo así haremos que este aislamiento, que es costosísimo, haya valido la pena. Cuando los recursos son escasos la estrategia se convierte en el mejor aliado.
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