Hugo Perea

En los últimos 25 años, el desempeño de la moneda peruana ha sido impresionante. Desde el 2000 a la fecha, el sol se ha depreciado alrededor de 7%, lo que contrasta, larga y positivamente, con la pérdida de valor de las monedas de otros países de la región con los que usualmente nos comparamos: 75% del peso chileno, 100% el peso mexicano, 114% el peso colombiano y 205% el peso brasileño.

En estas dos décadas y media, el tipo de cambio ha estado fluctuando alrededor de un promedio de S/3,30 por dólar; a veces por debajo, como en el periodo 2006-2014 (con un mínimo de S/2,55), otras por encima, como lo observado desde 2019 a la fecha (con un máximo de S/4,14 durante la desastrosa gestión de Pedro Castillo que indujo un contexto de alta incertidumbre que en 2021 gatilló una salida de capitales de corto plazo por más de US$16.000 millones, algo sin precedentes).

A largo plazo, parece existir una “reversión a la media del tipo de cambio”, a pesar de que en los pasados 25 años se ha transitado por episodios de choques, externos y locales, significativos: ciclos de ajuste monetario de la FED, la crisis financiera internacional de 2008-2009, auges y caídas de los precios de las materias primas, una pandemia y la inestabilidad política local.

La notable estabilidad de largo plazo de la moneda peruana es el resultado de un adecuado arreglo institucional para la conducción de la política monetaria (autonomía del Banco Central) y de la política fiscal (reglas macrofiscales).

Bajo este arreglo y una conducción muy profesional se han consolidado fortalezas estructurales (fundamentos macroeconómicos) que le dan soporte a nuestra moneda.

En primer lugar, una inflación baja que ha promediado 3,0% anual en los últimos 25 años, similar a la de EE.UU.; es decir, el sol peruano pierde poder adquisitivo lentamente y a la misma velocidad que el dólar estadounidense.

Un segundo elemento es la solidez de las cuentas fiscales, lo que se comprueba al observar el bajo nivel de deuda pública sobre PBI.

En tercer lugar, cabe señalar el alto nivel de reservas internacionales, lo que garantiza disponibilidad de liquidez internacional para el país en momentos complicados.

Finalmente, el balance adecuado por el lado de las cuentas externas, sin déficits significativos que se alternan, como ahora, con superávits, y una buena composición de activos externos (líquidos) y pasivos externos (baja exposición con el exterior y con deuda en moneda extranjera, principalmente, de mediano y largo plazo.

Desde luego, la estabilidad estructural del sol no excluye que, a corto plazo, el tipo de cambio pueda enfrentar presiones, las que actualmente podrían venir, principalmente, del exterior (perspectivas sobre los próximos movimientos de la FED, elecciones en EE.UU., tensiones geopolíticas, etc). Pero, si ello ocurre, lo más probable es que sean episodios transitorios de volatilidad cambiaria.

Los fundamentos macroeconómicos, que debemos preservar por su importancia para el bienestar de los peruanos, aún se mantienen sólidos y garantizan que la moneda peruana sorteará bien las eventuales turbulencias externas.

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