Pocos sabemos lo terrible que es un incendio. Hay quienes pierden todas sus propiedades e, incluso, a seres queridos. En Lima murieron recientemente tres bomberos por primera vez en la ciudad y ello nos hizo recordar que a los bomberos no se les paga y que además les falta mucho equipamiento para tener una labor exitosa. Lima estremecida llevó los féretros en hombros desde la Catedral hasta el Palacio Municipal.
Dos niños mueren quemados en San Luis. Una vela empezó el incendio. Los dueños del inmueble les cortaron la luz a sus inquilinos y estos tuvieron que recurrir a las velas.
Se incendian cuadras enteras como sucedió en El Agustino y como pasó en Mesa Redonda en diciembre del 2001, donde hubo 277 muertos. Se incendió Utopía en el 2002 y murieron 29 jóvenes. Se incendiaron 300 viviendas en Cantagallo hace unos días y también se incendió la pradera política a partir de un cuestionamiento al alcalde sobre la posible reubicación de estos pobladores.
La estadística de las emergencias atendidas por los bomberos suma 64.500 en lo que va del 2016 y estas se han incrementado exponencialmente desde las 8.000 atenciones registradas en 1992.
En todos los casos hay responsables. Uno es el Estado, que en representación de la sociedad peruana no le importa cómo vivimos muchos. El hacinamiento, la falta de salubridad, los cables de energía eléctrica, cartones, llantas, balones de gas, todo es inflamable. Mucha gente se asienta en el margen de los ríos, sin servicios públicos y vive ahí por años. Lima ha pasado por desarrollos en el desierto y en los cerros expandiendo la ciudad en desorden y sin seguridad. No se respeta la ley y en una misma cuadra conviven viviendas y depósitos de materiales inflamables. Por alguna extraña coincidencia, últimamente hemos tenido más incendios y, tras la muerte de los bomberos, hemos sido más conscientes de su importancia para la comunidad. Pero tragedias como la de Mesa Redonda pueden repetirse esta Navidad, pues en el Centro de Lima no hay muchos cambios. Los gobiernos deben enfrentar la falta de seguridad sobre todo en lugares de pobreza extrema como Cantagallo. Nuestro Estado “dual” tiene a un Indeci, que supervisa la seguridad en las empresas con exigencias hasta ridículas y, por otro lado, permite que las personas vivan en sus casas en condiciones peligrosas.
En nuestro país hay muchas necesidades y ciertamente estas se visibilizan cuando suceden desgracias. Obviamente, podemos minimizar los incendios evitando que peruanos vivan en tanta miseria, sobre todo en ciudades como Lima. Se debe reubicar a las personas que viven en lugares inseguros pese a que hacerlo es bastante complicado. La gente de Cantagallo no quiere mudarse a pesar del incendio y evidentemente debe hacerlo por su propia seguridad. Lima debería usar Cantagallo y hacer las cosas bien, mostrando que la ley se cumple, pues lo peor que le puede pasar a una ciudad es que cada quien haga lo que le parezca.
No es fácil sobrellevar un incendio, pero es peor seguir permitiendo que pueda quemarse casi cualquier inmueble, porque ello demuestra falta de autoridad e incapacidad de los gobernantes.