(Foto: Archivo)
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Dicen que los esquimales tienen muchas definiciones para lo que llamamos hielo. Lo mismo nos pasa a nosotros con respecto a lo que llamamos incertidumbre. Hay muchas formas de incertidumbre, unas más costosas que otras. Hace unos años, nos embarcamos con colegas de la Universidad del Pacífico en una investigación sobre cómo se diseñan, elaboran, aprueban y corrigen las en el país. Se buscaba entender mejor en una serie de países cómo ocurrían estos procesos y cómo podía mejorar esta tarea tan importante para el progreso de nuestras naciones.  



El primer punto que salió en la comparación regional es que había países que tenían mucha incertidumbre entendida como que el rango de opciones que podía escogerse en cada política era demasiado amplio, obviamente dependiendo de qué grupo estaba al frente del gobierno. Por ejemplo, podíamos escoger desde firmar una serie de tratados de libre comercio hasta imponer restricciones arancelarias. O, para ser más extremos, podíamos optar por desde libertad de precios hasta control de precios. Claramente, hemos reducido el rango de opciones de política económica casi sin importar quién sea el gobernante. Esto nos da un nivel de certidumbre que claramente beneficia a quienes deben decidir por una apuesta de inversión. 

En ese sentido, la próxima semana cumplirá diez años el TLC con Estados Unidos. ¿Alguien se acuerda cuando los partidos desde el APRA hacia la izquierda proponían subir los aranceles para defender la industria local? Esas opciones, hoy, están completamente fuera de discusión. 

Ojo que esto no quita que siempre tengamos algún candidato marginal que proponga ideas radicales. Lo cierto es que siempre habrá propuestas que quedarán en el margen y no serán gobierno. 

Un segundo punto que salía de la comparación regional es que teníamos países cuya incertidumbre en las políticas estaba dada porque se cambiaban normas de rango bajo (reglamentos, y otros) o porque cambiaban funcionarios de rango intermedio. Esto era complicado para la inversión, pero en otros países el nivel de incertidumbre estaba asociado a que normas de alto rango podían ser modificadas con excesiva facilidad. En particular, en estos países, modificaciones a la Constitución podían darse sin mayor problema. Con lo cual el nivel de inestabilidad era enorme, porque una nueva Constitución implica redefinir no solo los márgenes de acción de los diferentes poderes del Estado o las reglas de participación política, sino también el régimen económico que define el marco de acción de las empresas en el país. 

En este aspecto, el Perú destacaba por la inestabilidad de normas de rango bajo. Inclusive antes de estos últimos gobiernos, el promedio de duración de un mandato ministerial no superaba el año. Pero el Perú no caía en el grupo de países con constituciones que podían ser modificadas con cierta facilidad.  

En este sentido, no puedo dejar de expresar mi preocupación respecto a la iniciativa del presidente Vizcarra para modificar la Constitución porque no puede alcanzar un entendimiento con la oposición, y porque es tremendamente popular mandar a sus casas a los congresistas. No estamos peor que en el fin del mandato del primer gobierno de García o de Toledo. La sensación de caos y desgobierno en esos momentos era largamente peor. La responsabilidad de dialogar hasta encontrar consensos es de ambos poderes. No perdamos lo que ha costado tanto conseguir.