Jorge Moreira da Silva

La infraestructura es la columna vertebral de cualquier sociedad. Proporciona el marco que permite que las comunidades funcionen, las economías prosperen y las naciones evolucionen. Sin embargo, la infraestructura a menudo se pasa por alto en las discusiones sobre el desarrollo sostenible, a pesar de su papel crucial. Esto es particularmente relevante frente al cambio climático, donde regiones como América Latina y el Caribe (ALC) se ven cada vez más afectadas por lluvias intensas, tormentas tropicales, huracanes y sequías, entre otros.

La investigación realizada por UNOPS, la organización que dirijo, en colaboración con la Universidad de Oxford, ha demostrado que . También encontró que la infraestructura de todas las emisiones de gases de efecto invernadero y representa el 88% de todos los costos de adaptación. Claramente, la infraestructura es clave para los esfuerzos de mitigación y adaptación al cambio climático, incluidas las respuestas a pérdidas y daños.

Es urgente que entendamos —y actuemos en consecuencia— el nexo entre la crisis climática, la infraestructura y el desarrollo sostenible. Especialmente en esta época de múltiples crisis: desde la inestabilidad económica hasta conflictos, desde tensiones geopolíticas hasta las crecientes desigualdades, y enfrentando los efectos devastadores de la crisis climática. Los países en desarrollo, incluidos los que se encuentran en la región de América Latina y el Caribe, también se han visto afectados desproporcionadamente por las consecuencias de la pandemia de COVID-19, la fragmentación de las cadenas de suministro, la inflación y la subida de los precios de la energía y los alimentos.

Estos temas, como sabemos, están fuertemente interrelacionados. Los impactos del cambio climático corren el riesgo de empeorar las desigualdades, reducir los ingresos, socavar la resiliencia y obstaculizar el desarrollo de las comunidades afectadas. Cada desastre inducido por el clima puede crear nuevos ciclos de vulnerabilidad, lo que hace que las comunidades sean menos capaces de hacer frente al próximo impacto.

Para hacer frente a las necesidades inmensas y sin precedentes de los impactos de un clima cambiante, necesitamos una infraestructura que sea sostenible, resistente e inclusiva.

Las comunidades de América Latina y el Caribe (ALC) sin duda también sienten este desafío. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha identificado que para 2030, América Latina y el Caribe necesita invertir 2.220.736 millones de dólares en infraestructura de agua y saneamiento, energía, transporte y telecomunicaciones para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Una parte significativa de esta financiación debería destinarse a nueva infraestructura, mientras que el resto se necesita para mantener y reemplazar activos existentes u obsoletos. La infraestructura requerirá al menos el . Esto representa un aumento en la inversión en infraestructura de más del 70% en comparación con el período 2008-2019. Tal aumento plantea un desafío a raíz de la tensión económica causada por la pandemia de COVID-19.

La disponibilidad de infraestructura de calidad en salud, educación, agua y saneamiento, transporte, junto con la transparencia y la buena gobernanza, son prioridades de los servicios públicos.

También es importante considerar que la inversión en infraestructura sostenible debe extenderse más allá de las estructuras físicas. Es necesario invertir en un ambiente propicio de recursos humanos, políticas y procesos, y en tecnología. Se requiere inversión en las operaciones y el mantenimiento de la infraestructura para que dure, y además en la protección de las personas y el planeta para garantizar que sea seguro y mitigue o se adapte al cambio climático.

UNOPS tiene años de experiencia en la implementación de infraestructura de calidad a nivel mundial, incluyendo en América Latina y el Caribe. En Panamá, por ejemplo, ayudamos a conectar países y comunidades a través de la construcción del . Al conectar Costa Rica y Panamá, este puente ayuda a fortalecer el desarrollo económico y comercial en dos pueblos fronterizos sobre el río Sixaola. La construcción generó puestos de trabajo para las personas de ambos lados de la frontera, mientras que el dinero obtenido con la venta de material del antiguo puente ferroviario se utilizó para renovar el mercado municipal de Sixaola. La importancia del puente para el desarrollo va más allá de Costa Rica y Panamá, beneficia a la región en general.

El camino hacia el desarrollo sostenible es colectivo. A medida que continuamos defendiendo la infraestructura sostenible en América Latina y el Caribe, recordemos: no solo estamos construyendo estructuras; estamos construyendo el futuro.

Hay mucho en juego, pero las oportunidades son enormes. La infraestructura sostenible ya no es una mera opción; es una necesidad. Es la piedra angular de un futuro más resiliente, inclusivo y sostenible para América Latina y el Caribe.

Estamos comprometidos a construir este camino, un proyecto a la vez, impulsados por la creencia de que el futuro no es algo que nos sucede a nosotros, sino algo que construimos juntos.