La idea de que al cumplir 65 años los peruanos podemos dejar de trabajar y emprender otras actividades no es realista. Como se sabe, nuestro sistema de pensiones –formado por la Oficina Normalización Previsional (ONP), las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), los regímenes especiales como militares, policías, etc. y Pensión 65 (P65)– es insuficiente y no asegura que al cumplir la edad de jubilación los peruanos tendremos una pensión adecuada.
Hoy aproximadamente la mitad de peruanos no tendrá ninguna pensión al cumplir 65 años. Gracias a decisiones tomadas en años pasados, los peruanos que se encuentran en los estratos de menores ingresos son los que tienen mayor cobertura de pensiones. Casi el 60% de personas en pobreza extrema tiene una pensión, el 97% de ellos vía P65. En el otro extremo, en el 20% de peruanos más acomodados –según la ENAHO 2018– el 50% de los mayores de 65 años recibe una pensión, en su mayoría de una AFP o de la ONP.
►Consejo Privado de la Competitividad incluye dos nuevos objetivos a su plan
►María Antonieta Alva: “Creo que la historia del Perú es una historia de ciclos de corrupción”
Por ello, muchos peruanos mayores de 65 años siguen trabajando.
El 45% de los peruanos mayores de 65 años, con y sin pensión, trabaja en promedio 32 horas semanales. La mayor parte de ellos como independientes. Trabajan más los más pobres, por cierto. En el 40% más pobre, el 58% –con y sin pensión– trabaja, sobre todo en el agro. En el 20% más rico, el 19% de los que reciben una pensión trabaja; mientras que entre los que no reciben una pensión, el 45% lo hace.
Además, los que no reciben pensión trabajan en promedio más horas que los que sí reciben una pensión. En el estrato más vulnerable, en el 40% más pobre, trabajan en promedio cinco horas más a la semana que los que tienen pensión, y en el 20% con mayores ingresos, los que no tienen pensión trabajan en promedio siete horas más que los que la tienen.
La decisión de si trabajar o no, y cuántas horas permite que a fin mes el nivel de consumo sea similar –en promedio– entre quienes reciben y quienes no reciben una pensión en los distintos estratos. Los que no tienen pensión lo compensan trabajando, y trabajando más horas que los que sí la tienen.
Más allá de si es adecuado que los adultos mayores sigan trabajando, lo que no resulta adecuado es que unos lo hagan porque quieren hacerlo y la gran mayoría lo haga porque no tiene opción. Los que no tienen una pensión, para agenciarse ingresos, y los que tienen una pensión, para completar sus ingresos porque el monto que obtienen como pensión es insuficiente.
Los desafíos de nuestro sistema de pensiones son enormes, y van desde la necesidad de ampliar la cobertura para garantizarle a todo ciudadano una pensión (mínima) de monto suficiente al momento de su jubilación hasta asegurar la provisión de servicios complementarios –públicos y privados, desde salud y cuidado hasta espacios comunitarios de encuentro y reconocimiento– que aseguren una vida digna para los adultos mayores, donde el que quiera seguir trabajando lo haga porque así lo desea y no porque lo necesita para sobrevivir.