María Rosa Villalobos

El reajuste que tal vez muchos esperábamos se realizó el viernes. Por cómo se dio sobre todo el primer trimestre, no es secreto para nadie que el 2023 no es el año de la inversión privada, y a poco de llegar a la mitad de estos 365 días, las proyecciones del Banco Central de Reserva nos reafirman que el futuro es retador.

La estimación de crecimiento del PBI se redujo de 2,6% en marzo a 2,2% este último viernes. Entre los sectores económicos que más llamaron la atención por su situación están el agropecuario y el pesquero. En el caso de este último, la caída sería de 15% este año por el golpe climatológico. Esto, sin embargo, no toma por sorpresa a los jugares de esta industria, que también la semana pasada –y quizá con el objetivo de anticipar este reajuste-, brindó a través de su gremio, la Sociedad Nacional de Pesquería, una conferencia de prensa. Para este sector aún hay esperanza de comenzar la primera temporada de pesca. Esto depende de un estudio que publicará próximamente el Imarpe. Sin embargo, más allá de dicho resultado, sí se tiene claro que si se diera finalmente una primera temporada de pesca, esta sería corta y limitada. La explicación, en sencillo:  la anchoveta es una especie de agua fría que ante el incremento de la temperatura del mar, nada aún más profundo, lo que complica su pesca. ¿Y la segunda temporada? Toca esperar hasta noviembre.

La proyección del sector agropecuario pasó de 2,2% en marzo a 0,4% en junio. Este resultado tampoco toma por sorpresa a los que siguen su evolución, pues tan solo el jueves el INEI detalló que este sector retrocedió 14,21% en abril. Los cultivos estuvieron afectados por el estrés hídrico y la crisis de fertilizantes. Se sembraron menos áreas, lo que afectó la producción de papa, cebolla, maíz, los principales productos de la canasta básica. A eso se suma la caída de la inversión privada: de -0,5% a -2,5%. No es poca cosa.

Con este combo no queda más que enfocarnos en seguir impulsando la reactivación, mirar con atención la situación de los mercados internacionales, no perder el tiempo –ni la esperanza- de acercarnos cada vez más a esa estabilidad que necesitan los inversionistas para seguir apostando por el Perú, y sobre todo, continuar la lucha contra el cambio climático. ¿Cuántos fenómenos de El Niño más se necesitan para darnos cuenta que el clima ya cambió?