En los últimos cinco años en Lima Metropolitana ha ocurrido una brutal caída del empleo de los jóvenes, -10,8%, en el primer trimestre del año con relación a igual trimestre del 2019, esto es, antes de la pandemia; esto aún cuando en este mismo periodo el empleo total creció 11%. Así, el mercado laboral ha envejecido rápidamente. Este cambio tiene implicancias tanto para los jóvenes, como es obvio, como para la salud de la economía en general. Merece, pues, detenernos a considerar sus causas y potenciales consecuencias.

Tres posibles fuentes podrían haber contribuido a este resultado: una reducción de la población de jóvenes en edad de trabajar (PET); una reducción en la tasa de actividad económica de este mismo grupo, lo que sería equivalente a una caída en la oferta laboral; y una caída en la demanda de trabajo enfocada también en este grupo.

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En cuanto a la primera fuente, la PET de jóvenes ha venido creciendo, aunque a tasas declinantes desde la segunda mitad de la década pasada y en los últimos dos años ha tendido a estancarse. No es el caso, pues, que la población de jóvenes en edad de trabajar se haya reducido. En contraste, sí observamos un declive en la oferta laboral de jóvenes, que cayó 10,9% entre 2019 y 2023. Así, la tasa de actividad laboral entre los jóvenes se redujo de 48% a 43%, la tasa más baja de las últimas dos décadas si obviamos el 2020, el año de la pandemia, y más de 10 puntos por debajo de aquellas de inicios de la década pasada.

El tamaño de la caída en la oferta laboral es similar al de la caída en el empleo de jóvenes. Así, la propensión a contratar jóvenes no ha variado, pero la oferta de jóvenes en el mercado laboral se ha reducido. Las causas de esto están en la coyuntura, no en algún factor estructural.

Esta situación es preocupante por dos razones. La primera es que, puesto que no es obvio que haya habido una ampliación de las oportunidades educativas o deportivas para estos jóvenes, el riesgo es que se dediquen a actividades ilícitas o riesgosas para ellos mismos.

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De hecho, la evidencia internacional encuentra una fuerte correlación entre el tamaño de la población joven y los niveles de delincuencia. El incremento reciente de la población joven sin actividad laboral bien podría estar relacionado al incremento de la delincuencia que percibe el ciudadano.

La segunda razón es que este comportamiento de la oferta laboral adelanta el final del bono demográfico. El Perú ha vivido una situación excepcional debido a los cambios demográficos que se tradujeron en una amplia población de jóvenes incorporándose al mercado laboral. Esto produjo una caída en el ratio entre población económicamente activa y población dependiente (menores de 14 años y mayores de 65), la llamada tasa de dependencia.

Este contexto generó oportunidades para ahorro e inversiones en el capital humano de los jóvenes. Las tendencias demográficas indicaban que esa tasa de dependencia tocaría su punto más bajo alrededor del 2030, luego de la cual empezaría a crecer. Si esa población joven en edad de trabajar no se traduce efectivamente en población económicamente activa, el bono demográfico podría pronto convertirse en otra oportunidad perdida. Urge, pues, activar el empleo entre los jóvenes.

Miguel Jaramillo Baanante investigador principal de Grade