"Es prioritario redoblar esfuerzos para un mejor ‘oversight’ del gobierno corporativo de estas empresas y principalmente de las formas de “hacer negocio” del sector económico en el que se invierte", indica Rebolledo. (Foto: Getty)
"Es prioritario redoblar esfuerzos para un mejor ‘oversight’ del gobierno corporativo de estas empresas y principalmente de las formas de “hacer negocio” del sector económico en el que se invierte", indica Rebolledo. (Foto: Getty)
Paul Rebolledo

Los mercados de capitales no han sido ajenos al . La repercusión más visible se aprecia en la pérdida de 71% en las acciones internacionales de en los últimos cinco años. De otro lado, el desempeño de los bonos emitidos por empresas vinculadas a este caso es menos visible dado que no negocian activamente.

Sin embargo, se estima que su valor ha caído en el último año entre 75% (para aquellos emisores en default y cuyos inversionistas están a la espera de la ejecución de garantías) y 5% (para emisores con garantías y fideicomisos sólidos pero con riesgo de revisión de contratos y de restricciones al incremento de sus ingresos).

¿Cómo podemos caracterizar a los distintos actores del mercado de capitales local tras el desempeño de estas inversiones? Una primera arista se centra en el comportamiento de las empresas emisoras.

Claramente, sus funcionarios tuvieron un horizonte cortoplacista de “hacer negocio” dejando de lado los efectos nocivos en la reputación de las empresas y la situación futura de los distintos stakeholders (inversionistas, proveedores, Estado, colaboradores, clientes, sociedad, entre otros). Ante ello, es crucial incorporar fuertes mecanismos de buen gobierno corporativo (cambios de accionistas “contaminados”, directorio independiente e íntegro, comités autónomos y empoderados de auditoría y riesgos, comunicación adecuada de hechos de importancia a inversionistas, entre otros). Más aún, resulta necesario contar con un plan de paulatino resarcimiento económico al país.

Un segundo factor se basa en el escrutinio y la medición de riesgos de quienes invirtieron en estos títulos (principalmente los inversores institucionales). En este contexto, es prioritario redoblar esfuerzos para un mejor ‘oversight’ del gobierno corporativo de estas empresas y principalmente de las formas de “hacer negocio” del sector económico en el que se invierte. Así, es deseable que la rentabilidad de las inversiones sea sostenible en el tiempo, considerando su rol fiduciario con los clientes finales. Un tema muy relevante radica en que los precios estimados de sus bonos reflejen los riesgos involucrados, de manera oportuna y objetiva.

Un tercer aspecto gira en torno al rol de los distintos reguladores del mercado en términos de información oportuna y clara de hechos de importancia de empresas emisoras. Mención aparte merece la poca visibilidad de la información de bonos privados o dirigidos exclusivamente a inversionistas institucionales respecto de mecanismos de resolución de impagos o acciones para evitar un deterioro mayor en la solvencia de los emisores.

Una cuarta dimensión se centra en el rol de las clasificadoras de riesgo y su capacidad de poder anticiparse a problemas de las emisoras o del sector económico al que pertenecen. En algunos casos particulares, los titulares terminan “alertando al mercado” antes de las reclasificaciones a la baja. La paulatina incorporación de elementos cualitativos de gobierno corporativo al análisis realizado podría contribuir a hacer más oportuna su apreciación de los créditos. En suma, Lava Jato, de manera similar a casos icónicos como Enron o la crisis subprime estadounidense, nos deja varias lecciones para aprender y enmendar.

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