Y cayeron miles de peces del cielo. Se precipitaron sobre la gente pero, por fortuna, no hirieron a nadie. La policía abrió una investigación pero no logró aclararse de dónde ni cómo se habían transportado tantos peces al cielo. A petición de la policía, el centro de sanidad del distrito, recogió y analizó muestras de los peces pero no hallaron nada anormal. (Resumiendo texto de “Kafka en La Orilla” - Haruki Murakami, 2002).
Murakami nos transporta a un mundo en el que una lluvia de peces, si bien sorprende por un momento, no genera mayor reacción de la población. Se comenta como noticia y, poco después, todo vuelve a la “normalidad”.
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Lo anormal se normaliza: todos retoman las actividades del día a día; a tratar de vivir el momento, cada uno en su propia burbuja, en inercia.
¿Cualquier parecido a nuestra realidad es una mera coincidencia?
No es una coincidencia. Las personas nos vamos acostumbrando, queriéndolo o no, a lo anormal y a las “malas noticias”: incremento de precios, subida del dólar, censuras, cambios de ministros, gobierno y congreso cada vez más desprestigiados, pésima gestión pública en varias entidades, carencia de servicios públicos básicos y tanto más.
Nos vamos convenciendo que podría ser peor, o incluso preferimos ni siquiera pensar en estos temas. El que tratemos lo que llamamos anormal como normalidad puede generar conformismo y resignación.
La normalización de lo anormal limita el empuje hacia cambios positivos, nos impide avanzar hacia un futuro de país próspero que sea atractivo para atraer capitales y generar más empleo en nuestro país.
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¿Qué ha pasado con los diversos proyectos de colegios en riesgo?¿Dónde están los nuevos hospitales y centros de salud? ¿Dónde está el empuje a las asociaciones público-privadas y la inversión pública? ¿Dónde están los tantos inversionistas que confiaron hace casi una década en nuestro país y llegaron para desarrollar proyectos de infraestructura?
Muchos inversionistas regresaron a sus países y varias empresas cerraron sus sedes locales. Nosotros nos quedamos con nuestra inmensa brecha de infraestructura y, en particular, de infraestructura social.
Según lo indicado en un artículo publicado por el IPE (Instituto Peruano de Economía), el Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad aprobado en el 2019, estimó una brecha de infraestructura en servicios básicos de aproximadamente 95 mil millones de dólares. En el 2021 únicamente cinco proyectos culminaron la ejecución de obras. Los demás duermen el sueño de los justos o vienen avanzando a paso extremadamente lento.
Lo que vivimos hoy no es una normalidad y necesitamos que el país avance. Acercándose las elecciones regionales y municipales, los ciudadanos tenemos una oportunidad de actuar. No votar por votar. Sino votar con información y responsabilidad por nuestras autoridades. Las regiones y municipios son actores clave para impulsar el desarrollo de proyectos de infraestructura que permitan mejorar la calidad de vida de sus poblaciones. Pasemos del “no pasa nada” a reaccionar con consciencia.