Cuando las cifras de abril empezaron a ser publicadas, la frase más cruda sobre la situación económica que vive el país la soltó el presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde. “Ni en la peor de mis pesadillas podría pensar que en un mes caeríamos un 40%”, señaló durante una conferencia de prensa sin ocultar su preocupación.
Y la verdad, no exageraba. Revisar los números del primer mes completo de cuarentena es como leer un cuento de terror. El país no solo registró una caída del PBI de 40,49%, según el INEI. También las exportaciones tuvieron su peor resultado en tres décadas (-56,4%, según el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo) y la inversión pública cayó en casi 60% ese mes. Todo esto, además, mientras los contagios y los fallecidos seguían multiplicándose semana a semana.
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Por el lado laboral, como ya es sabido, entre marzo y mayo casi la mitad de trabajadores limeños perdió el empleo (2,3 millones de personas). Más aun, como destacó el Instituto Peruano de Economía, la planilla electrónica de la Sunat muestra que se perdieron 141 mil puestos de trabajo asalariados en abril (y un mes antes fueron otros 122 mil). Todo esto, sin considerar, además, los miles de empresas que aplicaron a la suspensión perfecta de labores una vez que fue habilitada esta figura (a principios de junio, ya sumaban 27.000).
Con tremendo terremoto, es lógico que la confianza empresarial caminara por terrenos nunca antes vistos. Las encuestas del BCR, por ejemplo, situaban las expectativas económicas en abril en un plano bastante negativo de apenas 9,1 puntos sobre 100 para los próximos tres meses y en 30,4 puntos para los siguientes 12 meses.
A fin y al cabo, la cuarentena en el país se anunció de golpe y con restricciones más fuertes que en países vecinos (a modo de ejemplo, mientras Chile tuvo un crecimiento en su producción de cobre de 2,6% en abril, en el Perú esta se desplomó casi en un 35% con respecto al mismo mes del año anterior). Y casi ningún empresario sabía cuándo ni cómo podría volver a operar (aunque es cierto que hoy muchos aún se encuentran en esa situación).
Lo de abril, entonces, fue una titanoboa que arrasó con todo lo construido en años (el Perú cargaba una racha de crecimiento ininterrumpido desde 1999). Pero ahora que las cifras de mayo y junio empiezan a publicarse, hay ciertos motivos para ser optimistas y creer que, al menos para la gran mayoría de sectores, lo peor, ya pasó.
Mal que bien, las medidas de reactivación económica empiezan a caminar a mejor ritmo. Eso sí, con un exceso de burocracia y retrasos inexplicables, como la publicación del protocolo que autoriza la atención en restaurantes.
En junio, la planilla electrónica de la Sunat cerró en azul (a la tercera semana el balance era positivo, con 84.000 nuevos empleos). Asimismo, las expectativas del sector empresarial del BCR mejoraron considerablemente (entrando a terreno positivo con 53,1 puntos para la economía a 12 meses).
Por el lado de las exportaciones, si bien las cifras aún se mantienen en negativo, estas mejoraron con respecto a abril. Más aun, los precios de nuestros principales productos, como el cobre y el oro, siguen incrementándose en el mercado internacional. Incluso a pesar de la coyuntura, las exportaciones de frutas alcanzaron a mayo un récord histórico y sumaron US$1,4 mil millones, una cifra 11,6% mayor a la reportada el mismo periodo del 2019.
Si a todo eso agregamos que el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo se volvió a activar y ocupa nuevamente las portadas de los diarios, todo indica que, ahora sí, el país está camino a la normalidad (o al menos a una nueva normalidad).
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