El desdén por el crecimiento, por Alfredo Torres
El desdén por el crecimiento, por Alfredo Torres
Piero Ghezzi Solís

En 1997, cuando el profesor de Harvard Dani Rodrik, uno de los economistas más influyentes del mundo, estaba publicando su libro “¿La globalización ha ido demasiado lejos?”, le pidió a un colega un comentario de respaldo. Rodrik afirmaba en el libro que, en ausencia de una respuesta gubernamental concertada, demasiada globalización exacerbaría los problemas distributivos, una idea aceptada hoy. El colega no firmó.Estaba de acuerdo, pero temía que el libro proporcionara “munición para los bárbaros”. 

Esa actitud ha sido normal entre economistas. En la discusión académica aceptaban que si bien el comercio es positivo, hay perjudicados. Pero en la discusión pública, resaltaban solo beneficios. Ahora que los “bárbaros” populistas culpan de todo a la globalización, los economistas no pueden actuar como mediadores imparciales. 

Salvando las (tremendas) distancias, tengo una historia similar. En el 2013, José Gallardo y yo publicamos el libro “Qué se puede hacer con el Perú”. Decíamos que el proceso de crecimiento peruano no contenía la semilla del desarrollo y que, sin ajustes, este nos sería esquivo.

Argüíamos que los precios de materias primas ya habían tocado techo en el 2011; el “bono demográfico” ya solo iba a contribuir decrecientemente; pocos países que experimentan períodos de crecimiento acelerado como el peruano lo sostienen hasta el desarrollo; y el Perú era débil precisamente en las variables determinantes del desarrollo (institucionalidad, capital humano, etc.).

Concluíamos con algunas sugerencias: el fortalecimiento de burocracias técnicas en educación, desarrollo rural y seguridad; ajustes para mejorar la eficiencia del gasto público; políticas de desarrollo productivo, una política comercial estratégica y una mejora en la política de competencia. 

El libro gustó a algunos e incomodó a otros. Un amigo me dijo que no estábamos todavía preparados para una propuesta que incluyera un Estado con más liderazgo. Le preocupaba “dar munición a los antisistema”. 

No podemos evitar discutir temas tan importantes por temor. El efecto Odebrecht es tan fuerte en el Perú por falta de un Estado líder, de una burocracia profesional consolidada y de instituciones sólidas. 

Que nuestro crecimiento no contiene la semilla del desarrollo no debería ser controversial. El crecimiento no generó fortalecimiento institucional, ni cerró las brechas educativas o tecnológicas, ni diversificó (suficientemente) la economía. Sí generó mayores recursos que ayudan a cerrar dichas brechas, pero se necesita además liderazgo político y decisiones explícitas. 

¿Qué hacer para reactivar y avanzar al desarrollo? Hay quienes suponen que el bajo crecimiento es temporal y que basta con adelantar el gasto público, profundizar la simplificación y el destrabe, y comunicar mejor. No parece suficiente. 

Déjenme reiterar tres propuestas pro desarrollo que mencioné antes en este espacio. Primero, enfocarse en la gestión pública. Se le subestima. La tarea no termina cuando se promulga una norma. Es el comienzo. Se requiere mucha gestión para asegurar que se aplique. Más importante aún, basado en lo observado implementándola, se corrija de ser necesario. 

Segundo, hacer política sectorial. Se necesita remover los cuellos de botella que limitan el crecimiento de los sectores. Para cada sector hay que preguntarse, ¿qué infraestructura necesita? ¿Es la normativa adecuada? ¿Funciona? Existe una metodología, la de mesas ejecutivas, para obtener estas respuestas. El Minagri ya está utilizándola. Además, esta forma de trabajo público-privado ayuda a construir institucionalidad: el Estado se fortalece con mejores decisiones y la transparencia reduce los riesgos de captura y corrupción. 

Tercero, impulsar políticas públicas para aumentar la productividad. Debe hacerse algo a nivel laboral. Se puede trabajar una versión mejorada (y discutida) de la ley de empleo juvenil. También, incentivar capacitaciones. El capital humano se acumula aun más trabajando que estudiando. Se debe priorizar la infraestructura con mayor impacto productivo. Por último, incentivar realmente la innovación y la transferencia tecnológica. 

La evidencia mundial de desarrollo (y el sentido común) demuestran que hay que fortalecer el Estado. Para que haga bien lo que le toca hacer y no haga lo que no le toca. A los que no hay que dar munición es a los complacientes.