Nuevamente hace unos días se llevó a cabo un cambio en la cartera de Educación dentro del Gabinete Ministerial. Más allá de las innegables cualidades de la ministra saliente y del nuevo ministro, llama la atención que en solo cuatro años hayamos tenido seis ministros de Educación.
Como se pueden imaginar, en estas condiciones es difícil mantener una política educativa estable. Esto no dejaría de ser un ejemplo más de la ya acostumbrada inestabilidad política del país si no fuese por la urgencia de aquellas políticas asociadas al desarrollo del capital humano. Esta urgencia es aún mayor, si cabe, dada la oportunidad de desarrollo que representa la transición demográfica que actualmente experimenta nuestro país y que permite que tengamos aún una fuerza laboral joven.
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Al respecto, permítanme explicar este punto mejor. Como las personas, que son más trabajadoras y productivas durante su juventud o adultez, los países son capaces de producir más si cuentan con una población relativamente joven. Este es el caso del Perú, cuya edad mediana de 29 años contrasta con los casi 48 años de edad mediana de Alemania, por ejemplo.
Así, en términos demográficos, el Perú se encuentra en una situación particular, debido a que las personas en edad de trabajar representan el grupo mayoritario de la población (superan a las personas dependientes, entendidas como aquellas entre cero y 14 años, y mayores de 60).
Sin embargo, esta situación, conocida como bono demográfico, es temporal. La tasa de natalidad se viene reduciendo aceleradamente (era 3,1 hijos por mujer en el 2000, hoy es 2,3 y se espera que sea 1,8 en el 2050), a la par de un aumento de la esperanza de vida (67 años en el 2000, 73 en la actualidad y se proyecta que sea 79 en el 2050).
Como consecuencia, se espera que la proporción de la población de adultos mayores aumente significativamente en un período relativamente corto, llegando de este modo a su fin el bono demográfico hacia finales de la década del 2030. Y con él, las oportunidades de desarrollo que lo acompañan.
Aprovechar las oportunidades del bono demográfico implica desarrollar convenientes políticas educativas y de integración laboral. De lo contrario, en unos años tendremos una población envejecida que, debido a su baja productividad, no tendrá recursos suficientes para enfrentar la tercera edad. Si bien tenemos avances en ciertos aspectos, como la mayor cobertura educativa, la calidad de la educación y la integración de los jóvenes en el mercado laboral todavía son tareas pendientes.
Un ejemplo de esta problemática es la alta prevalencia (casi 19% en nuestro país) de la población ‘nini’ (jóvenes de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan). Como pueden apreciar, en estos momentos deberíamos estar discutiendo sobre cómo resolver el problema de este segmento poblacional para aprovechar la transición demográfica y no sobre las vicisitudes de la actividad política. No podemos esperar más.