LUCY KELLAWAY
Columnista de management del Financial Times
La semana pasada me conecté al Internet para comprar mis provisiones semanales y mientras intentaba pedir papel higiénico, en lugar de seleccionar “añadir a la cesta”, seleccioné “opiniones” por error.
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Y así me encontré de pronto en un mundo prácticamente desconocido. Durante los últimos años, cientos de clientes han dado sus opiniones anónimas en el sitio web de Ocado acerca de lo que piensan de su papel higiénico. Algunas opiniones son simples: “Este papel higiénico es MUY delgado y frágil” o “Gran calidad por el precio”. Otras son un poco más complejas: “Se puede usar el paquete como bolsa para el cubo de basura del baño”. O totalmente desconcertantes: “La calidad es buena, pero a veces el papel higiénico es un poco ‘polvoriento’”.
Leer las opiniones requiere una buena inversión de tiempo y esfuerzo y ha hecho que yo incluya el polvo del papel higiénico en la lista de mis preocupaciones, pero sí tiene un pequeño fin económico. Ocado tiene más de 60 tipos de papel higiénico en existencia, y cuando uno se enfrenta a una cantidad tan absurda de opciones, es bueno saber que, por lo general, los clientes no tienen muy buenas opiniones del Triple Velvet, pero adoran el producto extra grande de Cushelle.
Sin embargo, sospecho que lo más importante acerca de dar este tipo de opiniones es que esto parece provocarle a la gente un extraño placer. Es como si el tiempo que nos ahorramos al no tener que empujar el carrito por los pasillos del supermercado, lo empleáramos dando opiniones acerca de cada artículo que compramos.
Nada es demasiado simple como para no opinar de ello, ni siquiera los sellos de correos. “Ocado los pone en un sobrecito precioso para que no se pierdan entre sus compras”, escribe un cliente, mientras otro intenta algo más gracioso: “He usado este producto antes, pero me decepciona que no hayan funcionado cuando se los pegué a un correo electrónico”.
Aunque la gente se empeña en dar su opinión acerca de los artículos cotidianos, es más reservada cuando se trata de hacer algo mucho más útil: opinar acerca de sus empleos. De hecho, casi el doble de personas han escrito acerca del Waitrose Essential Toilet Tissue en el sitio web de Ocado que los que han escrito en Glassdoor –que es un sitio de calificación de empleos al igual que TripAdvisor lo es para las vacaciones– acerca de cómo es trabajar en Ocado.
Es una vergüenza y un misterio. Las experiencias de antiguos y actuales empleados deberían ser lo más importante a considerar cuando uno escoge para qué compañía quiere trabajar. Pero a pesar de las constantes sugerencias que hace el sitio web para que la gente dé su opinión, solo una pequeña fracción de los empleados de las grandes compañías parecen estar dispuestos a contarle al mundo acerca de sus empleos.
La explicación más obvia es el miedo. Aunque las opiniones son anónimas, y aunque los sitios se comprometen a nunca revelar los datos personales, a los empleados aún les preocupa que, si dicen que su compañía es un desastre, la represalia será más severa que si critican, por ejemplo, los nuevos Moist Toilet Tissue Wipes de Andrex.
La segunda explicación es que en el caso de los empleos, hay más intereses personales involucrados, por lo que puede resultar en un error tomar demasiado en serio las opiniones escritas. La semana pasada un lector me escribió alertándome acerca de la página en Glassdoor de una pequeña compañía de servicios financieros. Algunos empleados y ex empleados habían expresado opiniones espectacularmente dañinas, en las que hablaban de la “cultura psicopática” y el “horrible tratamiento que se les da a todos”. Lo único que les gustaba era el café gratis y el humor negro de sus colegas. Unos días después de que estas opiniones fueron expresadas en el sitio, apareció una sospechosamente gran cantidad de magníficas opiniones, de cuatro estrellas, todas escritas con muy poco tiempo de intervalo entre una y otra. Y a estas les siguió otra opinión de una estrella, que concluyó así: “Consejo para la gerencia: no pierdan tanto tiempo escribiendo opiniones falsas”.
Si leo las 731 opiniones expresadas acerca de mi propio empleador, Pearson (dueño del FT), las cosas no son tan extremas. Algunos comentarios sí me parecen injustamente negativos: “La gerencia trata a los empleados como trabajadores de una fábrica”. Y algunos son injustamente positivos: “El personal y el ambiente son fenomenales”. Pero el resto, incluyendo “gerencia sofocante, enfocada en el cumplimiento”, no me suenan verdad en lo absoluto.
Y esto me lleva a la tercera y más importante razón por la cual las opiniones en línea acerca de los empleos nunca tendrán la misma fuerza que las opiniones acerca de las provisiones. Mi papel higiénico es igual al de usted (suponiendo que ambos hayamos escogido el Waitrose Essential). Pero mi empleo no es igual al suyo, aunque el nombre del empleador en nuestros cheques de nómina sea el mismo. El mío depende de la persona a la cual yo respondo y de la gente con quien me siento y de lo que hago mientras miro mi pantalla. Así que mi opinión de mi trabajo, la cual sería algo así –gente brillante, compartimos dulces y bromas, pero tengo que producir mis propias ideas– no sería importante para nadie más que para mí.