Una de las cosas que más disfruto es ayudar a las personas a considerar otras perspectivas de la realidad –hasta que logren verlas– para así poder abrir sus mentes a nuevas ideas y posibilidades y ayudarlas a cambiar de mentalidad.
Sean que son gerentes que deben tomar decisiones complejas sobre cómo conducir procesos a veces riesgosos relacionados con sus equipos o profesionales que quieren mejorar sus carreras o incluso cambiarlas por completo, una vez que logran ver diferentes perspectivas de la realidad, empiezan a ver con mucha más claridad sus objetivos ideales.
Esa decisión de querer “ver” sus objetivos o escenarios ideales esperados es el primer paso obligatorio para que puedan trazar las rutas –el plan– para llegar. Tal como para construir una casa, se empieza con definir qué hacer con el terreno, cuánto invertir en la construcción y como quisiéramos que quedara, es decir, la imaginamos y la “vemos” en nuestra mente, recién allí se hacen los planos para poder luego empezar la obra.
Después de haber conocido la historia de la carrera de cientos de personas muy satisfechas con su nivel de desarrollo profesional, el patrón común que he encontrado entre ellos –aparte de su talento, esfuerzo y dedicación por supuesto– es su visión de futuro, es decir, su disciplina para imaginar su futuro deseado y cultivar esa visión con ilusión. Y muchos, con ambición sana.
Richard Wagner, el famoso compositor, decía que “la imaginación crea la realidad”. Peter Drucker, gurú de la gestión de negocios, lo decía así: “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. He constatado que todo proceso de crecimiento personal empieza por visualizar, es decir, por crear esa visión de futuro personal esperado o mejor aún “soñado”. Y lo confirma Henry David Thoreau, el filósofo inglés: “Solo descubrimos el mundo que buscamos”.
Julio Verne –quien no necesita presentación– dijo lo mismo en otras palabras: “Cada uno vive en el mundo que es capaz de imaginar”.
Y a diferencia de quienes tienen miedo a soñar, los que se atreven a hacerlo no rebajan sus sueños para que se emparejen a su realidad actual –sintiéndose equivocadamente “realistas”, sino que elevan su determinación –o su fe si en ella creen– hasta emparejarla a su destino visualizado.
Doy fe que uno llega tan lejos como se lo propone, si realmente lucha por su visión y persevera con tesón, flexibilidad y, como vimos, determinación. La determinación lo cambia todo. De allí la importancia de cambiar de perspectiva, crear sueños que inventan el futuro –y por qué no, soñar en grande– y volver esos sueños en determinaciones.
Para recibir el Año Nuevo con ilusión, los dejo con dos de mis frases favoritas: “Las cosas buenas comienzan a suceder cuando enfocas tu energía en tus sueños y le apagas la luz a tus miedos”, anónimo. Y esta de Alfredo Cuervo Barrero que me inspira mucho: “Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños.