(Foto: Andina)
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Daniel Barco

Hay frases que a la fuerza de la repetición parecen verdaderas. Mitos que se construyen sobre evidencias parciales, descontextualizadas. Es bien conocida la sentencia de Mark Twain según la cual “no es aquello que no sabemos lo que nos causa más problemas, sino aquello que creemos saber con certeza, pero resulta que no es cierto”. Decir que el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro es más un mito que una realidad. Esta frase lleva a pensar que el Perú cuenta con ingentes recursos naturales que podrían, eventualmente, convertirlo en un país rico.

En el Perú los minerales han sido la base del crecimiento de las dos décadas pasadas. La diversidad de geografías y climas son un ingrediente fundamental del éxito de la agroindustria. La herencia cultural es un componente importante del atractivo turístico. Todo esto, sin embargo, no alcanza para hacer del Perú un país rico ni para generar un nivel aceptable de bienestar para la mayoría de sus ciudadanos.

El Banco Mundial publicó hace poco más de dos años “The Changing Wealth of Nations 2021″, una estimación de la riqueza de la mayoría de los países del orbe, considerando el capital natural, el capital producido y el capital humano. Extraigo de allí tres lecciones. La primera es que el ingreso promedio y el bienestar de los ciudadanos tiende a ser mayor en aquellos países que poseen un acervo de riqueza per cápita más alto. La segunda lección es que el Perú no destaca por su nivel de riqueza. Es más, la riqueza per cápita del Perú se compara desfavorablemente con la de los países de ingreso medio alto, pues representa apenas un poco más de la mitad del nivel prevalente en el grupo. Por otro lado, las estadísticas sugieren que, con la excepción de lo que sucede con un puñado de países ricos en petróleo, la riqueza natural no es la base de la prosperidad. La tercera lección es que la base de la prosperidad de los llamados países ricos es la abundancia de capital producido y las consecuentes ventajas salariales para sus ciudadanos. Para generar bienestar es más importante lo que se construye con esfuerzo y proporciona oportunidades laborales, que aquello que el país hereda. El ciudadano promedio de los países de la OCDE tiene a su disposición nueve veces más capital producido que el que posee el ciudadano peruano, y cinco veces más que el que posee el ciudadano de los países de ingreso medio alto. Para el trabajador peruano, esto representa una desventaja en disponibilidad de herramientas e infraestructura. Esto también sugiere que la explicación de la baja productividad laboral en el Perú no radica tanto en las características del trabajador, sino en la calidad de las herramientas y del empleo. Hagamos alquimia y resignifiquemos el mito. Los recursos naturales proveen oportunidades para generar más riqueza. Administrarlos bien es importante, pero no es lo más importante. El verdadero oro de los países radica en ofrecer a los ciudadanos las condiciones idóneas para invertir, crear empresas, hacerlas crecer y, a través de ello, facilitar el acceso a empleos productivos. Es el papel del Estado garantizar estas condiciones. Los peruanos no tienen otra alternativa más que estar de pie y trabajando. Hagamos que su esfuerzo valga la pena.

Daniel Barco es economista País Senior del Banco Mundial