Ben Schneider

La “agilidad empresarial” cada vez está más difundida. Los retos que enfrentan las organizaciones la requieren más que nunca. La conectividad tecnológica potencia nuestras relaciones. Las demandas fluyen sin cesar y los equipos de trabajo ven como la carga sobre ellos se hace cada vez más intensa y los plazos exigidos de respuesta se vuelven más cortos.

Este escenario es un perfecto “caldo de cultivo” para generar estrés, agotamiento y frustración, pero lo más peligroso es caer en la trampa de la “falsa urgencia”.

La actividad frenética impuesta a nuestras organizaciones y muchas veces autoinfligida, exige a los líderes asumir una posición fuerte y decidida para combatir este fenómeno, que atenta contra la creatividad, eficiencia y contra la salud organizacional.

Dina Denham, CEO de Cognitas, ‘coach’ de empresas líderes, recomienda cinco tácticas para confrontar este serio problema:

La primera táctica parte por reconocer los síntomas de la presencia de “falsa urgencia” en nuestro grupo de trabajo. Preguntémonos:

¿Está nuestro equipo saturado con carga de trabajo y en fase meramente reactiva? ¿Estamos frecuentemente disculpándonos por incumplir plazos? ¿Debemos trabajar largas horas, inclusive fines de semana, para atender temas estratégicos tras superar requerimientos de coyuntura?

Si lo indicado está presente en nuestro equipo, con seguridad estamos creando una situación de “falsa urgencia”.

Muchas veces un líder, desde su posición de poder, genera requerimientos sin sopesar las cargas que éstos generan y el efecto que tendrá en el desenvolvimiento eficiente del grupo.

La segunda táctica implica el identificar las fuentes de urgencia. Hay que preguntarse cuales son las premisas que sostienen el que tal o cual tarea requiere se ejecute de inmediato. Esto supone el cuestionar el “estatus quo”.

La tercera táctica recomienda el ser obstinadamente exigente con priorizar tareas. Será vital distinguir entre lo importante y lo urgente y con base en ello, disponer los tiempos que el equipo asignará a las distintas labores.

La cuarta táctica sugiere demorar adrede ciertos procesos, para justamente develar situaciones de falsa urgencia.

Por último, la quinta táctica demanda al líder el proteger a su equipo, creando una distancia con los clientes internos en la firma, mientras establecemos reglas claras y revisiones frecuentes para fijar prioridades ajustadas a los objetivos estratégicos de la organización.

El manejo de tiempos obliga a permanentemente tener que orientar a nuestros equipos, si queremos obtener resultados robustos y consistentes en el tiempo.

*Empresario y director del MBA de Pacífico Business School

Ben Schneider, PhD en Administración de Empresas.