María Rosa Villalobos

Urgía, desde hace ya bastante, continuar con la discusión sobre la sistematización de un mecanismo formal para la fijación del sueldo mínimo. Específicamente, lo que hace falta aún es definir la periodicidad del aumento, pues ya se cuenta con una fórmula técnica de actualización de la Remuneración Mínima Vital (RMV). En más de una oportunidad, y en menos de cinco años, se ha usado la subida del sueldo mínimo con fines políticos. Sin ir muy lejos, el último aumento de la RMV se dio el 1 de mayo del año pasado, Día del Trabajo. Aquella vez, el sueldo mínimo pasó de S/930 a S/1.025.

MIRA: Reserva Federal de EE.UU. rebaja el ritmo y sube tipos de interés solo 0,25 puntos

La discusión sobre esta temática es reiterativa, y uno de los puntos más álgidos -también reiterativo- es la prudencia de cada aumento. Adicionalmente, está la alta informalidad en nuestro país, lo que limita el alcance de cualquier cambio o modificación de la RMV, porque la mayoría de la población trabaja en el sector informal.

Ya que la comisión de Economía del Congreso ha aprobado un proyecto que busca ordenar y poner pautas alrededor del sueldo mínimo, nos queda esperar que esta no sea convertida en un Frankenstein durante su discusión en el Pleno. En este momento, ¿qué dice el documento? La iniciativa del congresista Cavero propone que la revisión del suelo mínimo se de cada dos años a partir de un estudio económico a cargo del Ejecutivo. Esto deberá incluir la revisión de seis factores, entre los que se encuentran la productividad, la inflación, el desempleo y el crecimiento económico. Además, cualquier incremento deberá contar obligatoriamente con un informe favorable del Consejo Nacional del Trabajo y del Ministerio de Economía.

Un decreto no mejora el bienestar de las personas. Mucho menos, el cálculo político con mucho ruido y pocas nueces, pues no logra generar un impacto expansivo positivo que genere real bienestar. Es necesario ordenar el sistema de alzas del sueldo mínimo, sí, pero más importante aún es mirar la informalidad y la productividad, y avanzar en la generación de políticas públicas para atacar ambos indicadores más temprano que tarde, pues el modelo económico que depende de las materias primas se vuelve cada día un poco más obsoleto.